viernes, 27 de junio de 2014

sobre Ides Khilen


Ides Khilen
El arte es como un centro donde todos los lugares
  invisibles de la mente se vuelven visibles.  
Leonora Carrington

La obra de Ides Khilen es esencialmente sinfónica, un movimiento armónico entre el fondo y las figuras componen la partitura de una música diferente.  La materia reúne el movimiento del cuerpo y cierta felicidad del pensamiento al pasearse por esas maravillosas composiciones. El conjunto de su obra es la escritura plástica de una relación intensa entre la abstracción y la figuración, entre la simplicidad del lenguaje geométrico y la violencia del gesto.
Su relación con las vanguardias europeas, -más allá que en los inicios de su carrera Ides estudió en París con André Lothe y en Argentina con Emilio Petorutti y Batlle Planas, exponentes de las vanguardias locales- intuyo que su obra transita un sendero artístico  audazmente indeterminado. Un sendero  atomizado en un tiempo propio, temporalidad que Ides fue tejiendo para sobrevivir en el entramado de su pintura, en la sorpresa de su aparición reciente, el alejamiento voluntario del mundo del arte y el acercamiento poético  al centro de sus creaciones. Tanto su obra, como su estilo personal, pueden ubicarla en un grupo de artistas mujeres excepcionales como fueron Leonora Carrington, Leonor Fini y Remedios Varo. Todas ellas intensas y misteriosas, inmortales y extranjeras del mundo de las contingencias. Ellas solitarias y atrevidas rodean la racionalidad historicista de las vanguardias para rescatar de la modernidad la posibilidad de inventar e inventarse, como diosas paganas o hechiceras. 
Así, su pintura nos ubica en un territorio virgen del arte argentino y en una naturaleza indomable del arte en general, vinculada especialmente a la capacidad de reunir lo individual y lo universal, lo personal y lo heredado, lo visible con lo invisible, lo mítico y lo racional en el movimiento, en el oleaje, de la creación. Como en los primeros días, como el génesis inexplicable de todo lo que hay, alguien llamado Ides reinventa el arte para concederle a la emoción un lugar en la mirada.