domingo, 28 de febrero de 2016

Ramos Generales: una muestra de Rosa Mercedes González

Quizás sólo quedé de ella una cinta azul en fondo de un cofre
Joaquín O. Gianuzzi

Durante el transcurso de 2014 tuve el placer de trabajar con Rosa Mercedes González, desde el Museo Caraffa me designaron curadora de su exposición a realizarse en noviembre de ese mismo año. Además, Rosa me invito a participar en la edición de un libro-catálogo de la colección de Fundación Vittal (Buenos Aires) donde también escribí un texto. A lo largo de la investigación, exploración y vivencia de su obra, sus ideas y experimentos no sólo reconocí un lenguaje que tenía vida propia (se expandía, explotaba y retraía) sino que sentí que juntas nos íbamos transformando. Entendí que curar una exposición es verdaderamente el camino de la curación de nuestro propio ego, el camino de la escucha y la disposición para discernir.
En dicho estado, propicio para el dialogo y el encuentro, con Rosa inventamos una narrativa, una composición denominada Ramos Generales. A ella le gustaba esa referencia vintage a un lugar mágico y extinto. Un espacio que pudiera recrear las versiones de una tienda de pueblo, una galería de antigüedades o un museo multifacético. Bruno Schultz, dibujante y escritor de origen polaco, escribió un cuento hermoso que se llama “Las tiendas color canela”, referido a su infancia. En ese texto recrea de manera fantástica y singular el almacén de su padre; un lugar donde toda aparición es posible y donde el niño que allí creció, subsiste en él, más allá del tiempo.
Seguramente a la mayoría de nosotros, a casi todos los niños y poetas, nos atraen esas miniaturas acumuladas en cajas según su forma y tamaño, las mercerías, con tesoros de brillo plástico acurrucadas en cajas desteñidas o las vitrinas de orden aleatorio donde el azar compone diversas sinfonías.
El no-mercado puebla esas regiones de cosas olvidadas, sujetas al destino de basura, estupefactas en el ocaso de la moda. Por suerte, ese atractivo paraíso del no-mercado, en reducidas oportunidades prospera a la región de un no-lugar. Por el contrario, se multiplica secretamente en los hemisferios del arte. Recordemos a Joseph Cornell y sus exquisitas cajas ensambladas con deshechos de las avenidas de New York. Pájaros, muñecas, mariposas, dedales, jaulas, cintas, hilos, cartones encontraron un nuevo hogar en los límites disparatados y lúdicos del gran inventor Joseph Cornell.
La exposición de Rosa, no esta hecha de residuos, pero le concede al espectador una mirada acerca de las cosas muy diferente a la que cotidianamente nos propician los objetos de manufactura industrial, hechos en series e impersonales. Cada uno de sus objetos y pinturas se escaparon de un cuento imposible de Lewis Carrol o de la memoria material de Walter Benjamín, paseando en atiborradas colecciones de un Museo de Ciencias Naturales de París.
Un inesperado conejo surge de una tabla de lavar ropa de madera, pájaros de los valles de Córdoba anidan multicolores telas deshilachadas, muñecas con perlitas antiguas, inventarios de libros antiguos, ostentan vivir una alegría primordial y sencilla.
“Ramos Generales” es ese organismo que se mueve y bifurca, hacía la magia y el juego, apareciendo y desapareciendo. Niños asombrados se reflejan en los cristales de las obras pero quien esta del otro lado es una muñeca insistente en la dimensión de la ternura.
Cada obra de Rosa no disimula su título. Las acuarelas y las pinturas son texto y dibujo, palabra e imagen, esbozando la simpática partitura de un algún encuentro, de algún baile imaginario.
Es sabido que la infancia, tal como la concebimos en la actualidad, no es parte de la evolución natural sino una invención de la cultura burguesa. La literatura infantil como las imágenes que siempre la acompañan son de gran importancia para definir esa etapa de la vida. Aunque si lo pensamos bien lo más probable es que la ecuación sea significativamente a la inversa: son los niños quienes operan en el mundo de las imágenes, determinando su sentido y existencia. Más allá de la cultura hay algo que pervive en nosotros y quiere se descubierto.
La experiencia de la infancia es fundamental en la obra de Rosa González, no en el sentido de la psicología evolutiva, sino en el recuerdo de sus percepciones y sueños, en la lógica desviada que recorre la vida y el mundo, en las vivencias de  las relaciones y el arte.

También los niños olvidan su ego, son sin él, están siempre curados de ese mal que nos encierra y limita. Se abren, como un pequeño capullo y se enfrentan al mundo, dejando señales cintas azules, en el fondo de un cofre olvidado.