miércoles, 13 de noviembre de 2013

Proyecto para un monumento ausente

Las obras humanas tienen la propiedad de,
una vez terminadas, encerrarse a sí mismas,
separarse de la naturaleza,
estabilizarse en su propio entorno.
Bruno Schulz

Muchas veces, a lo largo del tiempo, fui a dibujar a una plazoleta deshabitada cerca del arroyo, en Merlo. Ese sitio fue emplazado para conmemorar al poeta más representativo de San Luis, Antonio Esteban Agüero. Algunos restos de pared se erigieron allí para simbolizar la casa donde había nacido, además de una placa recordatoria y actuales instalaciones para que los paseantes puedan sentarse. Por su parte, el terreno sobrevive bajo las raíces antiguas de una interesante variedad de árboles locales como espinillos, aguaribay, talas y molles.
Mis anotaciones pictóricas no se reducen a ese único paraje. Me he desplazado sistemáticamente, desde la infancia, por un circuito que se convirtió para mí en la narración de un paisaje.
Toda la zona de Piedra Blanca, que incluye una reserva de árboles y acequia, la plaza de los juegos y el escenario, la antigua entrada del arroyo y el sector de los troncos caídos que aún florecen, es la principal referencia de mis reiterados recorridos.
Soy consciente, a mí manera, que el sólo efecto de un artilugio visual hace de un sitio un paisaje. Da lo mismo aquí o allá, las montañas o la ciudad, las autopistas o los mares; lo que define un lugar es siempre un pensamiento encarnado en un sujeto.
Sin embargo, he logrado descifrar que hay algo indescriptible, del orden del misterio, que puede encontrarse en la insistencia de lo mismo. A veces, la cualidad metafísica extinta de las cosas encuentra una resistencia fantasmagórica en la obstinada intensión del sujeto, el afuera se revela y aparece como un simple estar ahí.  
Cuando realizaba mis pinturas de frondosos árboles o de antiguos troncos y rocas, esperaba captar esa frágil evidencia del mundo, advertida por el color antes que por la reflexión.
Una siesta en la plazoleta, descubrí entre los matorrales de un arbusto un monumento inconcluso. Una construcción maciza de piedras grises esperaba la llegada de un héroe en ese Olimpo marginal. Así fue que, me instalé con mis acuarelas, y con precisión arquitectónica tracé la pilastra y sobre ella el rostro de mi propio cuerpo.
Sin advertirlo, simultáneamente, mientras los colores aguados de mis pinturas llenaban el espacio de la hoja, una imagen idéntica a mí aparecía sobre el pedestal abandonando, ocupando un sitio entre las plantas verdes. 


Mariana Robles

Noviembre, 2013