La juventud
Todo elemento aislable del universo aparece siempre
como una partícula que puede entrar en la composición
de un conjunto que lo trasciende. El ser nunca se
encuentra
sino como conjunto
compuesto de partículas
cuya autonomía relativa se mantiene
Georges
Bataille
La obra de una
artista planteada retrospectivamente reúne una trayectoria en el tiempo y puede
contar la historia del arte a través de la única y singular manera de aparecer
en ella. Por lo general, las ocasiones expositivas que se enmarcan en dicho
concepto, suelen responder a características
que trascienden la imagen y las formas, invocando las etapas cronológicas y las
diferentes transiciones estéticas a lo largo de una vida.
Martín Russo también
propone una retrospectiva que atraviesa el tiempo pero no de manera lineal sino
como un impulso que se enreda en las coordenadas de un tiempo imposible. La
juventud se vuelve potencia y busca permanecer abierta en la obra.
La mirada no recala
en el pasado de su propia vida. Diversos órdenes cronometrados son reemplazados
por el ritual de un tiempo antiguo, una memoria prendida del instante en la materia,
retenida en la imagen de civilizaciones que hablan una voz distinta.
Entre los objetos,
los dibujos y la pintura el color se presenta irreductible: el lenguaje de las
cosas, los rostros y el paisaje también de la geometría y la abstracción. No es
la determinación de un limitado aprendizaje formal sino la expansión de la
constante búsqueda de lo que piensa su estilo, lo que asoma a la mirada.
Por último, una
serie de llamativas máscaras reafirman la primitiva tensión de la obra. Los
rituales se alejan de los actos triviales de las individualidades modernas,
entre lo sagrado y lo pagano conmemoran la unión del uno con el todo. La obra
de Russo, fragmentada por el entusiasmo y el deseo aparece como la parte
estridente de un todo incalculable y poderoso pero que felizmente recién
comienza.
Lic. Mariana
Robles
Córdoba –
marzo de 2014
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