Ramos Generales: una
muestra de Rosa Mercedes González
Quizás sólo quedé de ella una cinta
azul en fondo de un cofre
Joaquín O. Gianuzzi
Durante
el transcurso de 2014 tuve el placer de trabajar con Rosa Mercedes González,
desde el Museo Caraffa me propusieron curadora de su exposición a realizarse en
noviembre de ese mismo año. Además, Rosa me invito a participar en la edición
de un libro-catálogo de la colección de Fundación Vittal (Buenos Aires) donde
también escribí un texto. A lo largo de la investigación, exploración y
vivencia de su obra, sus ideas y experimentos no sólo reconocí un lenguaje que
tenía vida propia (se expandía, explotaba y retraía) sino que sentí que juntas
nos íbamos transformando. Entendí que curar una exposición es verdaderamente el
camino de la curación de nuestro propio ego, el camino de la escucha y la
disposición para discernir e intercambiar.
En
dicho estado, propicio para el dialogo y el encuentro, con Rosa inventamos una
narrativa, una composición denominada Ramos
Generales. A ella le gustaba esa referencia vintage a un lugar mágico y extinto. Un espacio que pudiera recrear
las versiones de una tienda de pueblo, una galería de antigüedades o un museo
multifacético. Bruno Schultz, dibujante y escritor de origen polaco, escribió
un cuento hermoso que se llama “Las tiendas color canela”, referido a su
infancia. En ese texto recrea de manera fantástica y singular el almacén de su
padre; un lugar donde toda aparición es posible y donde el niño que allí
creció, subsiste en él, más allá del tiempo.
Seguramente
a la mayoría de nosotros, a casi todos los niños y poetas, nos atraen esas
miniaturas acumuladas en cajas según su forma y tamaño, las mercerías, con
tesoros de brillo plástico acurrucadas en cajas desteñidas o las vitrinas de
orden aleatorio donde el azar compone diversas sinfonías.
El
no-mercado puebla esas regiones de cosas olvidadas, sujetas al destino de
basura, estupefactas en el ocaso de la moda. Por suerte, ese atractivo paraíso
del no-mercado, en reducidas oportunidades prospera a la región de un no-lugar.
Por el contrario, se multiplica secretamente en los hemisferios del arte.
Recordemos a Joseph Cornell y sus exquisitas cajas ensambladas con deshechos de
las avenidas de New York. Pájaros, muñecas, mariposas, dedales, jaulas, cintas,
hilos, cartones encontraron un nuevo hogar en los límites disparatados y
lúdicos del gran inventor Joseph Cornell.
La
exposición de Rosa, no esta hecha de residuos, pero le concede al espectador
una mirada acerca de las cosas muy diferente a la que cotidianamente nos
propician los objetos de manufactura industrial, hechos en series e
impersonales. Cada una de sus cajas y pinturas se escaparon de un cuento
imposible de Lewis Carrol o de la memoria material de Walter Benjamín, paseando
en atiborradas colecciones de un Museo de Ciencias Naturales de París.
Un inesperado
conejo surge de una tabla de lavar ropa de madera, pájaros de los valles de
Córdoba anidan multicolores telas deshilachadas, muñecas con perlitas añejas,
inventarios de libros antiguos, ostentan vivir una alegría primordial y
sencilla.
“Ramos
Generales” es ese organismo que se mueve y bifurca, hacía la magia y el juego,
apareciendo y desapareciendo. Niños asombrados se reflejan en los cristales de
las obras pero quien permanece del otro lado es una muñeca insistente en la
dimensión de la ternura.
Cada
obra de Rosa no disimula su título: las acuarelas y las pinturas son texto y
dibujo, palabra e imagen, esbozando la simpática partitura de un algún
encuentro, de algún baile imaginario.
Es
sabido que la infancia, tal como la concebimos en la actualidad, no es parte de
la evolución natural sino una invención de la cultura burguesa. La literatura
infantil como las imágenes que siempre la acompañan son de gran importancia
para definir esa etapa de la vida. Aunque si lo pensamos bien, lo más probable
es que la ecuación sea significativamente a la inversa: son los niños quienes
operan en el mundo de las imágenes, determinando su sentido y existencia. Más
allá de la cultura hay algo que pervive en nosotros y quiere se descubierto.
La
experiencia de la infancia es fundamental en la obra de Rosa González, no en el
sentido de la psicología evolutiva, sino en el recuerdo de sus percepciones y
sueños, en la lógica desviada que recorre la vida y el mundo, en las vivencias
de las relaciones y el arte.
También
los niños olvidan su ego, son sin él, están siempre curados de ese mal que nos
encierra y limita. Se abren, como un pequeño capullo y se enfrentan al mundo,
dejando señales, cintas azules, en el fondo de un cofre olvidado.
Mariana
Robles. Córdoba, 2016
Gracias por el viaje a Ramos generales y la intimidad de esa curaduría
ResponderEliminarGracias Marce querido!!!
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