lunes, 6 de febrero de 2023

cómo un jardín liviano

 

 

¿Dónde hemos de buscar el significado de los visible?

Una forma de energía que no cesa de transformarse.

John Berger

 

I

Las pinturas ocupan el aire y la extensión maciza de las paredes donde se posan; dialogan entre ellas en los bordes de sus contornos claros. Los colores derraman su presencia en los límites esponjosos del montaje y ofrecen a nuestro cuerpo una experiencia envolvente. Estas pinturas con sus formas y cromatismos describen un mundo que se torna luminoso, editan lo que vemos y nos recuerdan que al mirar por la ranura incandescente de las imágenes nuestra visión se transfigura. Así, en “Cómo un jazmín liviano” de Hugo Albrieu reconocemos un refugio, una guarida para protegernos del peso de lo dado, de las formas humanas de lo evidentemente real. En el jazmín una fragilidad intensa, vegetal y vital se abre, corazón singular, floreciendo entre gotas de rocío, no piensa y existe.

La pintura acontece y en su abanico ilimitado de recorridos epifánicos nos rescata de lo predecible, del tiempo productivo y del lenguaje reductivo de la praxis utilitaria. El pintor es artífice de un estilo único que manifiesta su mirada, en su visión recoge con voluntad poética los secretos necesarios. Al pintar deshoja el mundo en capas de misterios, un jardinero que podando un rosal en invierno se enamora de cada espina.

Pintar es cuidar de los pliegues donde otro orden, indescriptible y silencioso, se esconde; pintar podría ser, también, vigilar de los tiempos y los espacios que florecen inagotables en lo que hay. En su hermoso “Diccionario de Símbolos” Eduardo Cirlot define el espacio y en las tres primeras líneas escribe: En cierto modo, el espacio es una región intermedia entre el cosmos y el caos. Como ámbito de todas las posibilidades es caótico, como lugar de las formas y de las construcciones es cósmico. Los jazmines con sus raíces abren lo subterráneo, el tronco vertical titilando entre hojas y flores, el perfume que inunda un desparramo inaprehensible entre aire y tierra.

En la obra de Albrieu las imágenes moran en una escenografía íntima y personal, cósmica pero cercana. Las cosas interrumpen la distancia, fragmentan las inmensas fronteras que existen entre lo distinto, clasificado en el origen como artificial y natural, también, sujeto y objeto o interior y exterior. Lo cotidiano florecido inunda regiones lejanas, arboledas se desprenden de una taza, las flores lloran, gotas presumen fuegos y todos nosotros hemos arribado a algún paisaje.

 

 

 

II

 

Flores como cartografías, agua en las tazas y los jardines, cielos en remeras y gatos, ventanas y hojas, un camino, un lago y las paredes de una casa. Un texto que me resulta necesario es “La pintura ingenua” de Manuel Mujica Lainez, Albrieu podría ser un miembro más de las inocentes huestes de los pintores rousselianos, de los que se atreven a la expresión más salvaje de su propia percepción. Ana Sokol, Dignora Pastorello, Susana Aguirre, Augusto Schiavoni, entre otros, componen ese diccionario singular, alejados de la académica pictórica y que, sin querer, distorsionan los más pesados mandatos de la tradición. Escribe Mujica Lainez: los ingenuos no imitan: están, frente al modelo, en relación directa. […] La suya es una pintura encantada y participa del clima incorruptible de lo maravilloso. Ilustradores espontáneos de cuentos cándidos y bellos, respiran un aire feérico. Cada uno de ellos es un poeta narrador, un orador de escenarios mágicos.” La infancia y la literatura se encuentran, aparecen en ese punto de vista transversal al relato categórico de la historia del arte, ofreciendo otras alternativas para crear y producir imágenes. 

En la pintura de Albrieu, desde los montajes instalativos de las pinturas hasta las escenas que componen cada figura, se alberga un texto, una escritura. El aspecto narrativo abraza los sentidos proponiendo una forma literaria para expresar una voz íntima, un estado de ánimo, inclusive una decisión política y poética de habitar el mundo en sus diversas dimensiones. Sus pinturas evaden cualquier reducción geométrica a un único punto de vista, la visión presenta sin representar, atiende lo vital. El montaje o instalación también potencia el aspecto narrativo porque en las tramas de colores, por ejemplo, el azul se posa en el pantalón de un hombre y al lado el mismo azul aparece en una mesa donde se apoya una taza. En otra parte, vemos rojo en una superficie donde un gato y un florero permanecen y en el cuadro de abajo el mismo rojo en una pava. Esos juegos son movimientos descriptivos que arrojan a la visión una relación, pero sobretodo atentan contra la resistente idea realista del color local. Naranja, verde, amarillo, turquesa, blanco y negro no son meros atributos de las cosas, por el contrario, son el último reducto maravilloso de una verdad que siempre se escapa. Esto se corresponde bastante con lo que Henri Matisse, Paul Gauguin, Georges Seurat y otros impresionistas proclamaban:   ver es descubrir, observar lo que hay sin intermedios teóricos. Mirar el sol, los cuerpos, el horizonte, las piedras con los ojos y no con categorías mentales. Cézanne instaba, una y otra vez, a ver cada vez el mundo como si fuera la primera vez, como un niño, uno tendría que ser capaz de ver como un recién nacido.

 

III

 

Edith Vera en un poema hermoso escribe: Es muy difícil tener / un puñadito de arroz/ guardado entre las manos. / Uno a uno, / arroz, arroz, / el arroz se va escapando. Y también en otro de Roberta Iannamico que dice: Siempre con las cosas / la ropa / los platos / los huevos duros / el agua de la canilla/ los juguetes tirados/ lo caliente/ lo frío/ lo suave / lo pesado / las cosas que entran / en una mano / eso es lo que tengo / para armar un mundo. Los poemas podrían ser el aire de las pinturas, la atmosfera, inclusive la letra apócrifa para una preciosa filosofía de la levedad, quizás un tratado de la inocencia basado en las cualidades sutiles del jazmín.

Lo que se nos escabulle con los días, el arroz, los juguetes, el frío o la pintura asumen un lugar relevante, el trono dorado de lo sagrado. Lo que no podemos fijar porque a veces muere en nosotros, pero luego renace. Lo que se encuentra en movimiento y nos alegra o entristece, pero no podemos vivir sin eso que parece perfume o una imagen para adorar en silencio. “Como un jazmín liviano” es una pequeña oración, inscripta en un soporte de cartón, con letras rojas sobre los pétalos blancos, de flores que vienen de otra parte, crecen en la pintura, pero nacieron fuera de ella, en los ojos o en el barro.

 



 



 

 

 

 

 

1 comentario:

  1. "Como un jazmín liviano
    que cae sosteniéndose en el aire
    que cae cae
    cae.
    Y qué va a hacer" Comparaciones, Idea Vilariño

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