… con
lo orgánico comienza también la estética
Frederich
Nietzsche
Las
cosas y las ideas son mucho menos disciplinadas
que
los hombres: ellas se mezclan unas con otras sin preocuparse
por
los interdictos o las etiquetas;
Emanuele
Coccia
Como flores o enredaderas deshojándose las
obras vuelven a una tierra imaginaria, a un humus fundante o barro originario y
crecen, se extienden hasta confundirse con el paisaje, las cosas o los sueños. Nada
saben de lo bello porque en el olvido de sí sobreviven protegidas por finas
capas de viento, muchas delicadezas superpuestas que las anudan a hilvanes del
pasados y retazos de un incierto porvenir.
Las imágenes despojadas tienen contornos
difusos, sombras inquietas en dimensiones diversas, se alejan de formas
opresivas y libres de toda categoría imitan nubes, incendios o antiguos
herbarios. Los pétalos llueven desde el aire, en un otoño que pulsa el ciclo de
la vida, y en la memoria de la naturaleza se duermen hasta nuevas floraciones.
Los colores, texturas, tallos y ramificaciones de una materia orgánica,
reconocen tinieblas, fantasmas, vacíos o fuego en el corazón de lo
inclasificable. Las obras continúan el camino de las expresiones cosmológicas y
geológicas: tormentas, huellas, eclipses, constelaciones, volcanes, sedimentos,
estratificaciones. Sus imágenes se consumen y renacen en la fogata del sol
ardiente, en su dependencia con la levedad del ritmo y en nuestro arraigo
corporal a cada atardecer. En uno de sus misteriosos poemas Valentine Penrose
escribe: “me florezco en círculo como una tiara como un alba / mi mano da una
estrella y una estrella la otra / hablo a las chispas” todo transformándose en
luz que estalla, astilla, abre. Así, las imágenes en su singular erótica del
despojo renuncian a la historia, se marchitan y, simultáneamente, se encienden
en capullos ocultos.
Las imágenes desnudas, blandas y frutales,
entre piedras o arroyos nacen en el mundo. Explotan en las figuras de un pensar
ardiente, chispazo epifánico o anacrónico. Crear, criar, esperar en el dolor y la
felicidad, con toda la energía del universo a disposición de algo único,
pequeño e impredecible que intenta brotar entre cenizas.
El alfabeto de los fantasmas
Mao ovelar
Las cosas y sus dobles, las sombras y sus
organismos de laberinto, los gestos de las partes de un todo fragmentado y roto.
Lo roto encendido y vital anunciando que, en el dibujo incompleto de los
cuerpos, crece la noche.
Atlas
de sinuosas revelaciones
Marcela Bosch
En los dispositivos del mundo el ojo se despierta simétrico, como al mirarse en un espejo de cristales mágicos y, al acercarse, encuentra que lo oculto tiene densas capas, entre regiones extensas de paisaje y marañas.
El
color de la distancia
Nilda Mediavilla
Corazas
que duermen en el cuerpo
Dianela Paloque
El
agua, las flores y los libros
Huenú Peña
En un cosmos de vertientes delicadas leemos las flores, la escarcha, las piedras que se mezclan con arena, guardan el recuerdo de todas las eras, y también las líneas de las manos sumergidas en el agua de un río que fluye.
Las
manos despiertan
Eugenia Pérez Carrera
Hablan la lengua del tiempo y el precipicio de los
signos ocultos, majestuosas como estrellas sedosas, únicas como pócimas de
rosas, clarividentes, arrojadas al despojo y sus orillas, pulpo-arañas, manos
que todo lo adivinan, tejen y destejen.
Una
noche de palpitaciones
Gisella Scotta
Los mensajes cruzados en
la esquina de la noche advierten: no te detengas sobre las palabras, camina
sobre ellas, deshójalas y ofrece uno a uno sus velos suaves a las ráfagas
infinitas que, van y vienen, entre gestos de esplendor.
Lenguas
bordadas con fuego
Soledad Simón Fareleira
En
una intemperie de extensas dimensiones, constelaciones de gritos y animales
salvajes, donde los hilos se acurrucan indefensos y zurcen besos de rosales y
tormentas, se asoma el hada de los deseos, oscura y lúdica.
Flores
imaginan rostros
Celeste Villanueva
Mensajeras
de aire y de tierra
Tamara Villoslada
Minúsculas
ninfas traspasan la materia sólida y unen el afuera al adentro con dibujos de
espuma y agua; opuestas y rítmicas contorsionan arquitecturas inmensas,
intimidades guardadas en manteles de barro y viento.
Curaduría "El despojo de las imágenes ardientes" Museo Genaro Pérez - 2022 a 2023
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