Prologo "Aproximaciones sensibles de los días" de Sofía Sartori
Durante un año acompañé a Sofía Sartori en su trabajo
de escritura, durante cada quince días los viernes tomaban la forma de
encuentros, lecturas y figuras de una imagen que se abría en nosotras. Sin
embargo, la escritura no tiene calendarios, sucede enredada a una temporalidad
difusa, fantasma, extranjera. La indómita efervescencia de lo epifánico se
instala y lo que aparece es el mapa necesario del deseo, el lugar único donde
queremos habitar. Lo que importa es la escritura en ese territorio de materia
agarrada al gesto, lo que se escapa a toda representación, no sujeta a la norma
la escritura trasciende lo metódico. Sin embargo, todo poema es un método:
singular, inaudito, vital. Allí vuelve el cuerpo a reunirse con la ausencia, a
los relatos que no podemos contar; toda desmembrada historia del yo que, se
arranca a sí mismo el don de la continuidad, nace en la palabra escrita,
rasgando el tiempo. La escritura es olvido y memoria, como un revés de
contracciones nocturnas, “Aproximaciones sensibles de los días” de Sartori se
instala en esa costura de la fragilidad, el lenguaje en la piel escribe
sensaciones, textos, diferencias entre sus percepciones y el mundo. El arte, la
perfomance o el bordado, son territorio del verso incompleto, de las fisuras de
la lengua, el grito en la materia y sus vertientes de volcán. Todo es
inscripción, todo es reflejo de ese mundo interior develándose y emancipándose.
El silencio y la soledad, dos estados que acompañan a la autora, son la condición
de posibilidad de una reescritura constante sobre la superficie de lo real, no
es sólo anímico, es la matriz de lo posible que se ensancha hacía lo invisible,
hacía la visibilidad escrita de lo que aún no existe. Edith Vera escribe: Una vez que se ha pronunciado / la palabra
amapola / hay que dejar de pasar algo de tiempo / para que se recompongan / el
aire / y nuestro corazón. Ese es, también, el silencio de Sartori, la
soledad, lo que se aquieta con el aliento último de lo pronunciando. Otoño,
diario, libro, cuerpo, grito, días son esas magnéticas y profusas estridencias
del habla que nos paralizan en el abismo interior, que nos llevan de la mano al
espejo de lo abierto, donde vemos sombras pronunciándose. No es el significado
de las palabras, su correspondencia o verdad, es el timbre de lo que aparece y
desaparece con ellas, el poema que susurran para que no se escape o, al revés,
para que nunca escapemos del poema que nos sueña.
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