Diversas situaciones o elecciones pueden desencadenar
un proceso de transformación, desde las pequeñas turbaciones de nuestras
moléculas, día tras día, hasta las condiciones biológicas de las especies, era
tras era. Las sugestivas esculturas de Luciana Bertoloni parecen acontecer en
un tramo alquímico que nadie registró, en un limbo de extravagancias sutiles
que la retina y la mente, dudan en catalogar. Esfinges femeninas o masculinas, conejas
y conejos, gatas y gatos pequeños y ariscos que ostentan carnes entre ramas
verdes, objetos, tierra o flores. Engendros de topografías inverosímiles guarecidos
en la materia fría del vidrio, esa que alguna vez les dio origen. Así, solitarias
y ambiguas, las extrañas criaturas viven su vida andrógina componiendo para
nosotros un mundo diferente, un entramado de posibilidades en la potencia de una
visión soñada y volátil. Cierta evidencia se advierte en ese tiempo de lujuria
delicada, introspectiva, en ese erotismo indecoroso de una anomalía
clandestina. Las esculturas, ostentan el impropio deseo de acceder a la vida, como
sí cada una de ellas fuera en un espejo hipotético, donde cada uno de nosotros
nos reflejamos intactos. Los seres, mitad humano, mitad animal, una mezcla
poderosa de eslabones inconexos en los anales de la ciencia, son experimentos,
prototipos para aumentar la realidad a sus fronteras de hechizo. Luciana nos
presenta una enciclopedia erótica y frágil donde se divisa una variedad
discreta de morfologías extendidas a un cuerpo real, en su condición anatómica.
Nos muestra que extravagancias pueden adosarse o sumarse a un cuerpo, pero más
interesante aún, señala como en ese mismo proceso de mutación un cuerpo puede
perder algo de sí. Este es el punto donde el mundo se abre y ensancha, se
derrite como un glaciar majestuoso bajo la luz solar. El punto, donde la
pérdida de ser quien uno es se convierte en bonanza y presagio; abandono de las
líneas fijas del rostro, abandono del designio significante que opera en las
coordenadas de lo humano, alteración de la mirada, desmontajes rituales
seduciendo las curvas suaves y ondulantes de esos cíborg alucinados. Jorge Barón Biza escribió: Con perspectiva, solo hay copia de la naturaleza; solo la falta de
escala permite la mezcla de carnes, la expresión de la irracionalidad de cada
ser, que así, por ausencia de normas, se convierte en carne disponible. Luciana
no representa o replica la pérdida en el ocaso actual de la comunicación y de
la historia, más bien, se desprende poéticamente de la noción cerrada e
intransferible de humano y así nos conduce a un destino anómalo y feliz, sin
más.
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