lunes, 2 de septiembre de 2013

Iluminaciones
…una historia que cante a los vencidos
ellos se arrastran por las ligustrinas ocupadas
acaso hay un linde para esta feroz profanación?
Néstor Perlongher
El ejercicio de escribir sobre exposiciones resulta desafiante, especialmente, con exhibiciones como "Dolcezza al cuor" de Nahuel Vecino, curada por Claudia Santanera. ¿Cómo la mirada traduce las imágenes a palabras? Una vertiente infinita se congrega alrededor de un orden poético, no una racionalidad vencedora. El paisaje esotérico y profuso se desarrolla en el margen de un bello conflicto. Allí, algunos vocablos hablan.
Retratos de familias, jóvenes y muchachas; hombres, ninfas y dioses pueblan el lugar de las pinturas, también una “Serie de Orpheos decapitados”. Algo innombrable detiene la mirada de esos seres. Seres existentes entre la tensión de personajes ataviados, con el velo de variados atributos, y el límite furioso de la materia que los define.
El tiempo, actualizado en el espesor de los cuerpos, roza las pieles y las vestimentas; el cálido fragmento de sus rostros y sus cuerpos. La historia recorre, en esas corporalidades, los mitos griegos, los relatos artísticos, la literatura, la historia cultural argentina y reconoce el corazón de los acontecimientos.
En muchas pinturas, los seres conviven en dimensiones diferentes, habitando espacios complejos y superpuestos. En muchas, también, las manos de esos seres, se ocupan de objetos personales, que manipulan o sostienen. Sus formas se abren misteriosas a las voces del tiempo: abanicos, vasijas, esculturas, instrumentos musicales o cartas cerradas en sus sobres rayados.
El hombre moderno, según Heidegger, olvidó el acceso a lo divino. La ciencia contemporánea y sus técnicas de mediación, alejaron a los hombres de un mundo esencial. La poesía era para los griegos la única medida capaz de unir el cielo con la tierra, Hölderlin, pensó el filósofo alemán, restituye ese habla primordial.
En la “Serie Orpheos decapitados” se percibe la trágica ausencia de un cuerpo propio, la cabeza depositada en la tierra espía el submundo, prohibido e inefable. La mirada de los otros, seres pintados, en la línea de un horizonte lejano, miran sorprendidos el cielo. En el aire de la exhibición se traza un dibujo entre el cielo y la tierra, entre lo divino y lo mortal, mezclándose. "Dolcezza al cuor" todo lo reúne. Una medida pictórica para nuestra ausencia de dioses.
Así el lenguaje habita zona de inmediaciones físicas, escapándose de la garganta sangrante; decapitado parlante en el círculo de la tierra retorna al cielo. Ni apolíneo ni dionisíaco ambas cosas danzando, en las riberas del mundo.
Las cabezas decapitadas, subrayan la ausencia morfológica del cuerpo, la no-deseada separación, expresada en gestos de desesperación. Un dolor que lentamente se convierte en contemplación, un fatídico estado de conocimiento. Bataille, cuando interpreta la famosa imagen de un sacrifico chino, en el que un condenado a muerte es decapitado en la plaza publica, resalta un momento de éxtasis inseparable del sufrimiento.
Después, en un instante de la exposición, asoman a la sala dos obras realizadas por Nahuel Vecino y Alfredo Prior. Hombrecitos de óleo espiando el espesor de una pintura iluminada.


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