lunes, 2 de septiembre de 2013

Walter Páez. ojos rocosos

“Por Famatina Libre” es el nombre que el artista Walter Páez eligió para llamar a lo innombrable en sus pinturas, no a la pintura en general, sino el perfil desviado de sus sombras y fuegos, apareciendo.
Comprender estas pinturas en términos de estilos y movimientos históricos no tiene ningún sentido, simplemente el goce por ciertas descripciones materiales inscriptas, en sus telas, pronuncia una definición silenciosa. Quizás, en esa ausencia de un término se advierta la libertad, que Paéz anuncia en el título.
“Por Famatina Libre” se refiere y no se refiere, al mismo tiempo, a los últimos acontecimientos en el cerro de La Rioja, que Paéz, según cuenta Mariano Serrichio en el texto de catálogo, “conoció de cerca en su infancia en Chilecito”. La montaña aparece en las pinturas, es convocada en el acto pictórico, entre magia e inocencia. Contradiciendo y criticando, en clave poética, la técnica y el valor utilitario de la cultura contemporánea que reduce la naturaleza a mera mercancía.
La montaña, la tierra, la voluptuosa manifestación de la arcilla rocosa ordena los sentidos de su propia percepción. Digamos que, Paéz pinta en estos cuadros su cuerpo transformado en paisaje, su visión de roca, su oído arcilloso, su piel de túnel por donde corren acuosos y húmedos ríos.
Paéz en la pintura, hundido en ella, mezclado allí, descubre que la montaña es pintura y que en ella la libertad es inherente. La naturaleza se preserva en la medida en que, los nombres distribuidos a las cosas no anulen el habla propia de la tierra. Para conocer la montaña hay que fundirse y confundirse con ella, sentir amor o profetizar extrañas conjugaciones, dar nombres dislocados a las cosas que lo ojos humanos ven.
Como Leonora Carrington en su genial cuento “La Campanilla Acústica” y también, en muchas sus pinturas, el ánimo premonitorio reina en la atmósfera, no anteponiendo un futuro predecible a la creación de las obras. Más bien, internándose en el laberinto de sus propias fabulaciones, para descubrir en el corazón de la confusión, que nada se parece a lo que es.



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