Algo
que aparece
Una convocatoria, una carta, un pedido que
Laura del Barco envió a sus amigos y allegados dió origen a “Algo que Aparece”.
Ella nos pidió que le regaláramos alguna
prenda tejida, para ser destejida en su obra, en su instalación. No cualquier
prenda, sino un suéter querido, una bufanda de la infancia, un tejido colorido
de la abuela, los escarpines pequeñitos o una manta gigante.
Horas,
mucho tiempo rítmico de las agujas hilando y dando forma a la lana. La cadenciosa
alegría de lo que ocupa su lugar entre los objetos, una aparición, un tejido. La
materia del hilo casi invisible, frágil, que lentamente adquiere una forma y
cubre las cosas y abriga los cuerpos.
La artista
fue buscando, y la fueron encontrando, vestimentas para ser desarmadas y
deshechas. Una operación de ingeniería poética para descubrir el mecanismo de
lo que se apelmaza con el afecto y sedimenta con los recuerdos.
Así,
en el descomponer de las tejeduras Laura descubre la creación. Se figura que,
en cada punto del hilado, habitan latiendo aquellas manos que movieron las
agujas. Al igual que Alicia, al atravesar en el espejo, Laura retrocede en el
tiempo y la memoria, retornando por vía mágica.
Los hilos componen un nuevo esquema de sucesos, organizado y determinado
por los nudos de cada hilo. Hacía atrás, con el movimiento, se repiten las uniones,
los hilados al revés y se descubre una lógica de lo inverso, poderosa y
lingüística. Cada punto es una letra, un dominio en un mundo definido, un
esplendor que inaugura una lengua extraña, incierta y solitaria.
Las
lanas fueron, una a una, amontonándose y enredándose en gruesas capas y
sedimentos de fibras peludas que formaron una montaña consistente. Una
geografía. Algo que aparece y que existe. Algo sin nombre, sin clase, sin
especie y sin género.
A
través de este procedimiento, lo útil del ropaje se fue perdiendo, se olvidaron sus funciones cotidianas. En la
medida en que el embrollo de lanas crece y se multiplica, se pierde toda
posibilidad concreta, y se retorna al origen, al punto primordial donde la
prenda era sólo deseo.
En
la sala, en el centro de una habitación, algo que aparece, mezclado y
confundido, une afectos diferentes. Pétalos asimétricos de una rosa. Un
universo de hilos, que ya nunca volverán separarse.
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