El ser creciendo encendido y multiplicado
Apareciendo
de una parte el ser escindiéndose,
el
amor eclipsando a veces al ser, quedando, de otra,
la
razón apesadumbrada por no haber podido evitar esa escisión.
María Zambrano
I) Nuevas versiones del cuerpo:
fragmentado y reiterado
Las piernas están en movimiento, vaivenes
discontinuos en la partitura de un paisaje refractario. Partituras invisibles
recreando coordenadas inventadas, onduladas. Los cuerpos en la obra de Marisol
San Jorge subsisten en pliegues del tiempo, buscan las sombras del espacio.
También son vacíos opacos que, en los contornos de la matemática, escapan
bailando. Se han dispuesto como versiones simbólicas de un todo sumamente
complejo. Cada escisión, cada parcela de carne, representa una totalidad
ausente que la invoca. Así, las sombras diminutas de seres que se comportan
como fantasmagorías se acercan a la realidad por la puerta trasera, por vía
negativa. No pueden ser definidos como individualidades, no podemos disponer de
un rótulo para nombrarlos o encontrar la
forma que los limita y diferencia. Pero si, arriesgar con palabras, todo
aquello que los conceptos nos privan y la visión nos brinda. Definir, entonces,
el ser por su escisión, por sus fragmentos, por sus heridas. Un ser que,
desprendido de su historia y de su finalidad, recorre el camino azaroso de un post-ser o un post-hombre. Dice Héctor Libertella que el post-hombre “es un
hombre siempre hipotético. Su vida avanza por un tiempo replegado. El
post-hombre tiene premoniciones de un futuro que ya pasó. Sus premoniciones
son, en realidad, recuerdos.”
En las imágenes, en los dibujos de San Jorge, sólo
aparecen las piernas de un cuerpo hipotético, de un cuerpo posible. En algunas
ocasiones se muestran como siluetas coloridas y gigantes y en otros como
reiterados figurines negros; son piernas cubiertas con un vestido, una pollera
o una tela. Sin embargo, al verlas, imaginamos un cuerpo que ha sido perdido o
desencontrado con su porción superior. Un cuerpo que ha olvidado sus ojos y su
corazón, sus cabezas y sus manos, su cuello y su sexo. Existe, aún así, una
referencia a lo femenino. Las piernas son de niñas o mujeres, por sus
contornos, sus movimientos, sus líneas pero también por la referencia
ineludible a la ausencia y a lo abierto. Una carnalidad contradictoria que, por
un lado, nos muestra sus limitaciones y por otro, la potencia de sus
posibilidades emancipadoras.
II. La
invención de un relato: el origen de un mundo
En esta voluptuosa y fastuosa serie de dibujos San Jorge
configura una literatura de trazos y planos, de manchas y colores que, se
vinculan entre sí, componiendo un lenguaje.
La narración que nos presenta es consecuencia
imaginaria, fantasiosa, que permite relacionar los trabajos. Ella misma, la
artista, encontró un orden a partir del cual la narración se enciende, se
desencadena. Convirtiendo, aquello, que en primera instancia armonizaba con el
caos, en el más deliciosa disposición de espejos, versiones y animaciones de un
mundo íntimo y particular. Construye con sus encuentros de imágenes puentes
detenidos entre lo existente y lo inexistente, como sí quisiera nombrar (no
despertar) lo innombrable.
Por momentos, el clima de sus obras nos retrotrae al
escenario de un teatro extraño, un teatro vacío o flotante en una dimensión
lejana. En otras ocasiones, sus fulguraciones nos recuerdan a las precisas
ilustraciones del anime japonés. Un repertorio visual que estimula el
pensamiento, que permite divagar y con ello aumentar nuestros estados de
conmociones estéticas. Estas referencias no reducen el lenguaje propuesto por
San Jorge, por el contrario aportan misterio a su destellante repertorio de
símbolos, los que acompañan los cuerpos: las telas o paños, la cuchilla redonda
y dentada, las erupciones, los vestidos, las manchas y las nervaduras.
Así, los cuerpos no están solos, tienen la capacidad
de crearse su propio entorno artificial. Ya que poseen una doble capacidad de
ser, al mismo tiempo, entes y seres. Las corporalidades interactúan con las
cosas y las cosas con los seres, mudando entre ellos el disfraz que los
sostiene, como si el yo fuera una cáscara suave y liviana.
El espacio, previamente ordenado por el vacío,
predispone el diálogo entre los cuerpos, blandos y abiertos, con las cosas
etéreas, sólidas o volátiles. Los seres y los objetos se igualan por la
ausencia de consistencia yoica y por la falta de sustancia que les permite a
ambas entidades resquebrajarse, flotar, multiplicarse e hincharse. Entonces,
los cuerpos vaciados de su ser psicológico se desprenden del paisaje narrando
sus diversas y extrañas aventuras.
III. La
felicidad sin eternidad
Los organismos, los cuerpos, fueron diseñados para
hablar y reír. A diferencia de las anteriores series de obras, las actuales
creaciones de San Jorge acentúan la ironía.
La visceralidad y el dramatismo, reinantes en sus
antiguos dibujos, pinturas y objetos, aquí se ven sosegados por la risa. Una
oculta felicidad crece, en este nuevo horizonte, jugando con las sombras.
Podríamos llamar a esta nueva actitud “giro
Nietzscheano” a partir del cual la artista asume de manera creativa lo
irremediable de su condición corpórea: lo inacabado y lo mudable. Es decir,
teniendo en cuenta la verdad del ser, su finalidad, su muerte, continúa creando
y al crear advierte que lo muerto vive y lo vivo muere.
El encuentro con la soledad y la naturaleza, al que
se conduce el sabio Zaratustra, de los últimos escritos de Nietzsche, se puede
graficar en la obra de San Jorge en un retorno a las formas básicas, a la
simpleza reiterada y a la aceptación graciosa de la corporalidad averiada.
La efímera condición de esos cuerpos carnales que
lentamente declinaran pero que, mientras lo hacen, esperan que un milagro los
eternice. Duermen y durmiendo sueñan que, en los pliegues del tiempo, otro
cuerpo los espera. Así en la monumentalidad de la muerte futura, nada puede
compararse con la presencia actual, donde además de los sueños descansan los
cuerpos únicos e irrepetibles. Y que, aún siendo sombras, fragmentos, estados
sombríos del cuerpo ideal, perfecto y eterno, siguen alegremente danzando y
riendo.
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