domingo, 3 de febrero de 2013


El ser creciendo encendido y multiplicado


Apareciendo de una parte el ser escindiéndose,
el amor eclipsando a veces al ser, quedando, de otra,
la razón apesadumbrada por no haber podido evitar esa escisión.
María Zambrano


I) Nuevas versiones del cuerpo: fragmentado y reiterado

Las piernas están en movimiento, vaivenes discontinuos en la partitura de un paisaje refractario. Partituras invisibles recreando coordenadas inventadas, onduladas. Los cuerpos en la obra de Marisol San Jorge subsisten en pliegues del tiempo, buscan las sombras del espacio. También son vacíos opacos que, en los contornos de la matemática, escapan bailando. Se han dispuesto como versiones simbólicas de un todo sumamente complejo. Cada escisión, cada parcela de carne, representa una totalidad ausente que la invoca. Así, las sombras diminutas de seres que se comportan como fantasmagorías se acercan a la realidad por la puerta trasera, por vía negativa. No pueden ser definidos como individualidades, no podemos disponer de un rótulo para nombrarlos o encontrar la  forma que los limita y diferencia. Pero si, arriesgar con palabras, todo aquello que los conceptos nos privan y la visión nos brinda. Definir, entonces, el ser por su escisión, por sus fragmentos, por sus heridas. Un ser que, desprendido de su historia y de su finalidad, recorre el camino azaroso de un post-ser o un post-hombre. Dice Héctor Libertella que el post-hombre “es un hombre siempre hipotético. Su vida avanza por un tiempo replegado. El post-hombre tiene premoniciones de un futuro que ya pasó. Sus premoniciones son, en realidad, recuerdos.”
En las imágenes, en los dibujos de San Jorge, sólo aparecen las piernas de un cuerpo hipotético, de un cuerpo posible. En algunas ocasiones se muestran como siluetas coloridas y gigantes y en otros como reiterados figurines negros; son piernas cubiertas con un vestido, una pollera o una tela. Sin embargo, al verlas, imaginamos un cuerpo que ha sido perdido o desencontrado con su porción superior. Un cuerpo que ha olvidado sus ojos y su corazón, sus cabezas y sus manos, su cuello y su sexo. Existe, aún así, una referencia a lo femenino. Las piernas son de niñas o mujeres, por sus contornos, sus movimientos, sus líneas pero también por la referencia ineludible a la ausencia y a lo abierto. Una carnalidad contradictoria que, por un lado, nos muestra sus limitaciones y por otro, la potencia de sus posibilidades emancipadoras.


II. La invención de un relato: el origen de un mundo

En esta voluptuosa y fastuosa serie de dibujos San Jorge configura una literatura de trazos y planos, de manchas y colores que, se vinculan entre sí, componiendo un lenguaje.
La narración que nos presenta es consecuencia imaginaria, fantasiosa, que permite relacionar los trabajos. Ella misma, la artista, encontró un orden a partir del cual la narración se enciende, se desencadena. Convirtiendo, aquello, que en primera instancia armonizaba con el caos, en el más deliciosa disposición de espejos, versiones y animaciones de un mundo íntimo y particular. Construye con sus encuentros de imágenes puentes detenidos entre lo existente y lo inexistente, como sí quisiera nombrar (no despertar) lo innombrable. 
Por momentos, el clima de sus obras nos retrotrae al escenario de un teatro extraño, un teatro vacío o flotante en una dimensión lejana. En otras ocasiones, sus fulguraciones nos recuerdan a las precisas ilustraciones del anime japonés. Un repertorio visual que estimula el pensamiento, que permite divagar y con ello aumentar nuestros estados de conmociones estéticas. Estas referencias no reducen el lenguaje propuesto por San Jorge, por el contrario aportan misterio a su destellante repertorio de símbolos, los que acompañan los cuerpos: las telas o paños, la cuchilla redonda y dentada, las erupciones, los vestidos, las manchas y las nervaduras.
Así, los cuerpos no están solos, tienen la capacidad de crearse su propio entorno artificial. Ya que poseen una doble capacidad de ser, al mismo tiempo, entes y seres. Las corporalidades interactúan con las cosas y las cosas con los seres, mudando entre ellos el disfraz que los sostiene, como si el yo fuera una cáscara suave y liviana.
El espacio, previamente ordenado por el vacío, predispone el diálogo entre los cuerpos, blandos y abiertos, con las cosas etéreas, sólidas o volátiles. Los seres y los objetos se igualan por la ausencia de consistencia yoica y por la falta de sustancia que les permite a ambas entidades resquebrajarse, flotar, multiplicarse e hincharse. Entonces, los cuerpos vaciados de su ser psicológico se desprenden del paisaje narrando sus diversas y extrañas aventuras.



III. La felicidad sin eternidad

Los organismos, los cuerpos, fueron diseñados para hablar y reír. A diferencia de las anteriores series de obras, las actuales creaciones de San Jorge acentúan la ironía.
La visceralidad y el dramatismo, reinantes en sus antiguos dibujos, pinturas y objetos, aquí se ven sosegados por la risa. Una oculta felicidad crece, en este nuevo horizonte, jugando con las sombras.
Podríamos llamar a esta nueva actitud “giro Nietzscheano” a partir del cual la artista asume de manera creativa lo irremediable de su condición corpórea: lo inacabado y lo mudable. Es decir, teniendo en cuenta la verdad del ser, su finalidad, su muerte, continúa creando y al crear advierte que lo muerto vive y lo vivo muere.
El encuentro con la soledad y la naturaleza, al que se conduce el sabio Zaratustra, de los últimos escritos de Nietzsche, se puede graficar en la obra de San Jorge en un retorno a las formas básicas, a la simpleza reiterada y a la aceptación graciosa de la corporalidad averiada.
La efímera condición de esos cuerpos carnales que lentamente declinaran pero que, mientras lo hacen, esperan que un milagro los eternice. Duermen y durmiendo sueñan que, en los pliegues del tiempo, otro cuerpo los espera. Así en la monumentalidad de la muerte futura, nada puede compararse con la presencia actual, donde además de los sueños descansan los cuerpos únicos e irrepetibles. Y que, aún siendo sombras, fragmentos, estados sombríos del cuerpo ideal, perfecto y eterno, siguen alegremente danzando y riendo.

Mariana Robles - 2012




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