Escribir
las Imágenes
Sobre
“Escribir las imágenes” de Andrea Giunta
Una
mañana en San Telmo entré a un pequeño negocio a comprar papel para Sumi-e,
un pliego muy delgado que también puede usarse para pintar acuarelas. Me
atendió una pareja y mientras buscaban las delicadas hojas me contaron que en
Japón los dibujantes son considerados inteligentes, iluminados. Me explicaron
que para ellos dibujar es pensar, porque la acción de la mano no sucede en el
tiempo al pensamiento sino que la mano piensa. Esto puede ser difícil de
comprender en términos filosóficos, porque toda nuestra tradición occidental se
fundó sobre la distinción entre las ideas y la materia, entre la mente y el
cuerpo. Estructurar un argumento racional para desligarnos del dualismo es aún
una empresa inconclusa, especialmente, porque los principios de la ciencia
moderna perduran bajo estos criterios. Quizás podamos, como en ese Japón ideal
y también como pensaba el filósofo francés Maurice Merleau-Ponty; considerar
los despliegues creativos que nos ofrece la expresión artística para comprender
la experiencia humana como una unidad.
Merleau-Ponty sostuvo, a lo largo de todos sus
textos, que lo que nosotros percibimos no subsiste separado de lo que
percibimos. Entre los datos de la percepción y la percepción no existe una
mediación esquemática que reduzca nuestra experiencia vital a mera mecánica y
tampoco un abismo insondable que nos condene a un solipsismo sin retorno. De
hecho, para Merleau-Ponty sería imposible hablar de una percepción pura,
siempre estaríamos hablando de un movimiento y una reunión entre el sujeto
percipiente y lo percibido. La obra de arte resulta uno de los ejemplos más
prolíficos para el filósofo, ya que ésta se constituye de la unión entre ideas
y materia y para comprender los alcances reales de la expresión artística,
debemos implicar en nuestro análisis ambos aspectos.
Desde que inicié mi lectura del libro de Andrea
Giunta Escribir las imágenes. Ensayos
sobre arte argentino y latinoamericano no pude evitar relacionar su escritura
y su propuesta de análisis, al horizonte conceptual de la fenomenología
merleau-pontiana. No sólo por una cuestión de métodos teóricos y de reflejos
conceptuales, con los que podríamos configurar un paisaje original para la
comprensión del arte local sino también por la importancia que, el filósofo
francés, tuvo para la obra y el pensamiento del artista brasilero Hélio
Oiticica. Independientemente que la relación entre Merleau-Ponty y Oiticica son
ajenas al texto, el libro de Giunta podría ser pensado en un vaivén pendular y
original, entre estas dos perspectivas: la sofisticada teoría fenomenológica y
la voracidad creativa del brasilero más vanguardista. Ella hace con la historia
del arte tradicional lo que Oiticia hizo con los Ready-Made; transformar, dar
entidad particular y sobre todo llevar la pureza de las formas a los lugares
más recónditos; Oiticica a la favela y el samba de Mangueira, Giunta desde Ana
Mendieta a las imágenes de Eva Perón y desde el realismo de Juan Pablo Renzi a
los alfabetos dibujados de León Ferrari.
Así como decíamos que lo percibido y lo percipiente
no pueden ser separados en esferas irreconciliables, también podemos decir con
Giunta que lo escrito y aquello sobre lo que se escribe no pertenecen a ámbitos
diferentes. El método de escritura, estimula una dirección, abre un dominio,
propone un juego; reduciendo o propagando, recortando o vivificando, deplorando
o proclamando el objeto al cual se refiere. En este sentido, un método es una
posición política e ideológica que se imprime a las imágenes a través de la
escritura crítica, histórica o teórica.
Giunta escribe ensayos y vuelve material su
pensamiento, siguiendo el pulso particular de su propia escritura, de su
mirada. De esta manera, extrae las ideas del corazón de los acontecimientos,
ofreciendo al lector vivencias latentes y aún relampagueantes. Como sí fuera
una experta Sumi-e Giunta encuentra el ritmo justo, entre
la escritura y las imágenes, configurando, en el entramado de la historia, una
temporalidad diferente a la línea cronológica, a las causas y los efectos de la
historiografía hegemónica. En la introducción, la autora dice: “La historia no es una sucesión de hechos que
encastran perfectamente sino que está llena de desvíos e impurezas. [...] La
historia es más rica que la simplificación de una gesta de héroes de las formas
y de los colores. Está llena de capítulos, o de otros relatos, que la vuelven
más real que la conocida narrativa del progreso de las formas“. Consecuente, con estas
afirmaciones, produce una serie de ensayos y artículos, que son diferentes
entre sí pero que, a su vez, se retroalimentan en la variedad, los contrastes,
los cruces y las contradicciones propias de todo acontecimiento.
Para la autora de Escribir las imágenes importa descubrir, develar y conocer
el tejido de la realidad, sus nudos y sus tensiones, sus colores y sus
ondulaciones, priorizando cada detalle sobre las formas diáfanas de la historia
y sus conceptos previamente dados.
El procedimiento es más claro y consecuente aún,
cuando recordamos que el libro es un conjunto de ensayos sobre arte argentino y
latinoamericano. Territorios marginales, desde sus orígenes y específicamente
en la inclusión de su historia en las grandes narraciones. En este contexto,
Giunta propone pensar desde otro lugar: quebrarse, desviarse, salirse del
dualismo y sus estrategias circulares.
Escribir las imágenes, entonces, incluye una
variedad arriesgada de ensayos. La primera parte “Artistas Mujeres” aborda la
problemática de las minorías de género con la polémica obra, las siluetas, de
Ana Mendieta y escribe, “las marcas
de su latinidad (idioma, acento, color) daban autenticidad y autoridad a las
palabras con las que hilvanaba los argumentos para explicar su obra. [...]
Mendieta los abordó desde el repertorio de estrategias que le proveían las
propuestas artísticas de los años setenta y ochenta como land art, el earth
art, el body art y, en términos generales, las perfomances y el arte
conceptual… [...] En ese sentido, que al utilizar la sangre en sus perfomances
‘ensuciaba’ la pureza conceptual desde la que trabajan los artistas hombres en
ese momento“. Resaltando estas
particularidades de Mendieta, Giunta señala la forma en que la historiografía
norteamericana contemporánea logró incluirla en su repertorio obviando el
aspecto político de su obra. “Imágenes en Turbulencia” es el otro artículo del
capítulo en cuestión y versa sobre la rosarina Graciela Sacco. Afirma Giunta: “las imágenes impresas en diversas superficies
(metal, vidrio, tela, pan, pétalos, etc.) producen una sensación inquietante,
porque parecen surgir directamente de los soportes que las contienen, como si
brotaran de ellos“. Las obras de Sacco están
atravesadas por la coyuntura social y al mismo tiempo se presentan en un
formato sofisticado y complejo, con una técnica personal resultado de una larga
investigación de la artista.
La segunda parte del libro “Después de la Gran
Guerra”, contiene dos artículos invaluables por la profusión de acontecimientos
que la autora encuentra alojados en el detalle. Efectivamente, en estos
artículos, Giunta pone en marcha la conocida premisa de Aby Warburg “Dios habita en el detalle“. Uno de los ensayos se refiere a la
estadía de Lucio Fontana en Buenos Aires desde 1940 a 1947, la redacción del Manifiesto Blanco con sus alumnos y los vaivenes entre
la figuración y la abstracción como producto de los conflictos políticos de la
época y no como decisiones estrictamente estéticas de Fontana, según indica la
autora. El segundo texto, es un ensayo revelador sobre las imágenes de Eva
Perón, realizadas por el pintor oficial Numa Ayrinhac, quien utilizaba diversos
procedimientos y artilugios para ofrecer la imagen deseada de la Primera Dama
de Argentina; a partir de collages y fotomontaje, de una técnica de ensambles y
mezclas el artista obtuvo la imagen de un rostro santificado y perenne hasta
nuestros días. Sin embargo, la escultura Monumento a Eva Perón pedida por el gobierno a Sesotris
Vitullo y realizada a través de un procedimiento tradicional fue rechazada por
sus rasgos geométricos, duros y rústicos que se alejaba del rostro idealizado.
Llamativamente, era la diferencia con las clases populares, el aspecto
inalcanzable de Evita, lo que generaba la mayor empatía de Evita con el pueblo.
La última parte dedicada específicamente a artistas,
se titula “Poéticas/Políticas” y agrupa una serie de artículos con el objetivo
y el desafío de investigar el silencio. Giunta explica un
momento de la historia argentina donde los artistas de vanguardia, abandonan la
escena; el circuito de galerías y exposiciones para recluirse en sus talleres,
algunos en el país, otros lejos. Las dictaduras militares y los conflictos
violentos que azotaron a la Argentina en el último siglo, se reflejan en
singulares gestos, en mínimas acciones, en un tiempo lento que se transforma en
silencio. Pero el silencio tiene significado y abre las puertas a un mundo de
creaciones llamativas, dibujos, pinturas y fotografías que les permitieron a
los artistas seguir viviendo, sobrevivir en el seno de sus obras, no morir de
tristeza.
Por último, una serie de textos teóricos ofrecen un
panorama del arte actual. “Arte Contemporáneo” y “Latinoamérica” se
titulan las dos últimas partes, y se desarrollan en torno al circuito
internacional del arte, como un nuevo y poderoso artefacto de regulación del
arte: bienales en diferentes ciudades del mundo, mega-exposiciones, ferias
internacionales, circuitos de galerías, discursos curatoriales, dispositivos de
gestión, residencias de artistas, etc., que reproducen sintomáticamente las
lógicas de dominación. Aunque también la novedad se ha convertido en una
geografía más compleja, donde el intenso intercambio de información, la
acumulación excesiva de sentidos y la velocidad de los cambios construyen día a
día nociones y experiencias únicas y diferidas de nuestro espacio-tiempo,
rompiendo las fronteras entre pasado y presente.
El arte latinoamericano y sus artistas han
producido, y producen, obras magnificas y únicas que merecen ser consideradas
en todas sus dimensiones, escuchadas, indagadas en sus contextos particulares y
consecuencias reales. En este sentido, Escribir las imágenes de Andrea Giunta es un inteligente y
hermoso libro, un entramado y una constelación de escrituras brillantes que
iluminan las obras con luz propia.
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