domingo, 3 de febrero de 2013


En la fuente hay voces primitivas
El secreto de las Musas - Nahuel Vecino
Editorial Fureza - 2005 - 96 pág.

Extraña niña, ¿en qué sueños te pierdes?
¡Te encuentras ante el Tribunal secreto!
Heinrich Von Kleist


             En visiones remantes de imágenes arcaicas se modelan los vestigios de una naturaleza voluptuosa e incendiaria. Afirmando nítidamente la eficacia de presencias mágicas sobrevienen, casi sin esfuerzo a las telas de Nahuel Vecino, unos cuerpos primitivos. Aparecen imponiéndose con firmeza, como sí lo negado por lo real fuera decididamente una mera  circunstancia.  Así, en los confines de un vasto reino, se despliegan lo sublime y lo inefable en hermosas princesas y amazonas o en las miradas ensimismadas de soldados y vagabundos. Todos ellos distantes y enigmáticos habitan, a su manera, una naturaleza trazada a la medida de algún misterio.
              Se advierte, en las pinturas de Vecino, la potencia de claras visiones engendradas en el ritmo de una danza originaria, un fluido material que al desprenderse reúne en un conjunto vital y en apacible convivencia hombres, animales, vegetación y destellos de fantasmagorías y espejismos. La tierra roja que en el fondo subyace consistente, labrada en el color, es un abismo lacónico desde donde toda naturaleza emerge. La luz es una fisura tornándose iluminada, en el punto exacto, donde el tatuaje de la visión se confunde en márgenes divinos. Otro presagio perceptivo, es la proliferación de aguas diluyéndose en las espesas fronteras de paisajes hipnóticos. Tierra, luz y agua conducen a los sentidos al encuentro aventurado de reliquias perdidas y olvidadas. La sensación constante, al contemplar estas pinturas, es la de estar explorando recovecos salvajes engendrados bajo un hechizo lírico. La sensación aumenta cuando paulatinamente las pinturas se convierten en poderosas amenazas de todo orden y artificio.
            En su sedimento pictórico, las obras de Vecino, develan rastros conscientes de la historia del arte. Entre los rasgos más evidentes se encuentran, una variación particular de la espacialidad romántica, indicios del color y de la monumentalidad arquitectónica de la iconografía pompeyana y, en otros casos, variaciones gráficas de la representación de Oriente. Aunque estas citas no parecieran, en ningún caso, aludir a un intento retrospectivo anclado en un análisis meramente formal, ni tampoco a pretensiones de un ejercicio teórico sobre la historia. Más bien, son una fisura en el tiempo y en el rumbo que el conocimiento ha determinado para nuestras posibilidades perceptivas. Su interpretación pictórica de la historia acontece sorpresivamente desde una escucha antigua, sus imágenes llegan en una voz lejana alcanzada por el viento. Sus situaciones imaginarias insinúan las voces que vienen ecualizando los ecos de un secreto. Vecino, construye sus pinturas en la temporalidad de un grito, de un llamado o de un susurro, así se acercan al presente  revelando una señal.
          Los cuerpos, son cuerpos desplomados en la tela, están aullando en el repertorio de algún canto que les permite actualizarse y encarnar cuerpos nuevos. En ellos se manifiesta el secreto. En los cuerpos que son, en la continuidad del espacio poético, al mismo tiempo primitivos y contemporáneos. La representación carnal esta subsumida a cuerpos de cuerpos que se engendran a sí mismos como encadenados en el misterio. Ellos cristalizan el conocimiento olvidado, escuchan las voces y aproximan las visiones internas a los límites de la piel. Son, de algún modo, corporalidades previas por qué logran fisurar los restos de una percepción fosilizada. 
              Mirar y escuchar son dos modos de la misma práctica meditativa. Cada rostro retratado en las pinturas de Vecino se mantiene en un estado de atención ambiguo, los ojos atienden hacia la exterioridad buscando mensajes en el aire, en la luz y en la complicidad de un pájaro, pero también buscan recuperar en la interioridad aquella voz lejana. Por otra parte, muchos de ellos, de los seres pintados, habitan el paisaje sometidos a un pantano o desparramados en la maleza, en una feliz confusión del límite, donde el ritmo de toda escucha siempre se torna un canto.

Mariana Robles - 2010


No hay comentarios:

Publicar un comentario