Robot
Las siluetas geométricas de Tatiana Cagnolo, pueden pensarse a la
luz de la lectura crítica inaugurada por el artista Peter Halley. Un
pensamiento que denuncia: las trampas de la razón operante de occidente,
digitando nuestra imagen de mundo y las silenciosas causas de la arquitectura,
aparentemente inmóvil, regulando nuestro comportamiento. Lejos de las concepciones
dualistas de la modernidad, el arte contemporáneo, en estos lineamientos
críticos, desiste de pensar la geometría abstracta como pura racionalidad
formal y a los cuerpos deambulando, en algún paisaje, liberados a sus propias
contingencias. Las formas son comportamientos y no abstracciones. Por que
las ideas y la materia pertenecen al
mismo, y limitado, campo de acción: la cultura y el poder. Seguramente, nuestra
imagen de mundo, la metafísica, es independe de una lógica divina o natural,
pero no lo es de las estructuras humanas, demasiado humanas, que digitan el
poder. Las ciudades, las maquinas y los cuerpos, todos ellos concretos y
visibles, son fluidos, matrices e iconos por donde habita y gobierna la razón geométrica.
Jeramy Bentham en
su famoso Panóptico, que inspiró, en
parte, la obra de Halley, en “Vigilar y Castigar” de Michel Foucault, describe
el diseño de un edificio dispuesto para controlar. No importa quienes lo
habiten, da lo mismo, que sean niños, asesinos o enfermos, lo que importa es su
finalidad: corregir las costumbres,
preservar la salud, fortalecer la industria, difundir la instrucción, disminuir
la carga pública; y todo esto gracias una simple idea arquitectónica[1]. No importa la edad, el
sexo, las percepciones, los deseos, el tamaño, el peso, no interesa ninguno de
los rasgos identitarios de los cuerpos particulares que habiten el
emplazamiento público. El diseño es tan perfectamente abstracto y geométrico
que toda particularidad queda inmediatamente anulada. Una idea simple es más
peligrosa que todos los cuerpos. Desde los pabellones
a los tabiques y desde el vacío intermedio o vacío anular hasta el inspector de celdas todo se dispone para generar la
geometrización de los cuerpos. El problema es cómo, maquiavélicamente se
reducen, a esquemas abstractos, aquellas voluptuosidades orgánicas y expresivas
propias del ser humano. En la obra de Cagnolo, se pone en evidencia ese “no
lugar” de un cuerpo operante, cuando un Robot
ocupa el lugar de la propia artista y pone en marcha una serie de
procedimientos para generar imágenes. Los iconos de la informática, las
fotografías espontaneas del celular, la publicidad, el diagrama de las
maquinas, las posibilidades funcionales de la tecnología, se encuentran en una
zona confusa. El cuerpo artístico es un híbrido que origina imágenes mentales,
ejecutadas por un dispositivo electrónico. Cagnolo ubica y propone al
“comportamiento visual” como matriz de nuestro “comportamiento general”,
poniendo en evidencia el poder de la imagen, en un mundo plagado de
instrumentos para producirlas. Cada una de ellas, cada configuración visual,
tiene la cualidad de ser mirada y a la vez de mirarnos, de darnos una imagen de
nosotros mismos. Dejar librada la propia ejecución de la mirada a un artefacto
es, de algún modo, edificar el vacio donde la mirada pueda descansar, de la
infinita y variada generación de reconocimiento.
Mariana Robles - 2009
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