La
transformación del oro
La relación
entre José Lezama Lima y Arturo Carrera que me interesa plantear tiende sobre
todo a resaltar y mostrar una cualidad espacial entre las obras, una dimensión
de fuga hacia el derroche y el gasto que define la ontología de sus poéticas.
Dar cuenta de un universo ínfimo, de ciertas referencias puntuales que
configuran un paisaje en las cosmogonías monumentales de ambos autores, en este
sentido trato de evitar una relación de paralelismos geométricos entre los
textos, si no más bien, ofrecer un encuentro de elementos dispersos y pequeños
de sus complejas y magnificas creaciones poéticas.
El análisis incorpora la visión desviada o exaltada de sus propios
universos literarios, el epicentro se configura como un lugar de reunión entre
las dos obras, posibilitando una nueva metafísica. De ninguna manera podría
pensar en Carrera como un decir que se continúa causalmente del habla de Lezama
Lima, dicha hipótesis implicaría aceptar una idea de progreso, de lógica
binaria o teleológica, en el diálogo entre sus obras, un movimiento evidente
contra las ideas de los mismos autores. Escribió Lezama que
No basta que la imagen actúe sobre
el temporal histórico, para que
engendre una era imaginaria, es
decir, para que reine lo poético y se instaure.
Ni tan solo que la causalidad
metafórica llegue a hacerse viviente, por
personas donde la fabulación unió
lo real con lo invisible… (Lezama Lima, Sucesivas y
Coordenadas 209)
Probablemente la relación entonces pueda ser
pensada como el encuentro invisible e impropable, en tanto garantía racional,
de aquello que el propio sentido de la poesía deja escapar, convirtiéndose la
analogía en un ejercicio imposible.
No es la lógica
de la ciencia sino la lógica de la imaginación la que irrumpe en la historia
del pensamiento lezamiano pero que a su vez también, gracias a esa irrupción
del devenir entre causas y efectos permite la constitución de una ontología, es
decir una posibilidad de pensar el mundo poéticamente. Reafirmando lo que el
mismo Lezama Lima escribió en A Partir de
la poesía Es para mí el primer
asombro de la poesía, que sumergida en el mundo prelógico, no sea nunca
ilógica. Y más adelante La historia
de la poesía no puede ser otra cosa que el estudio y la expresión de las eras imaginarias
(Sucesivas y Coordenadas 196). El devenir de la poesía proviene de regiones
donde la materia es inseparable de la idea, tanto en Carrera como en Lezama
Lima se ve realizado el proyecto baitalliano del verdadero materialismo, al
referirse siempre, en diferentes y complejas capas de sentido a lo que Bataille
llamó “los fenómenos en bruto y no un sistema fundado en los elementos
fragmentarios de un análisis ideológico.” Particularmente porque la literatura
ocupará el lugar del objeto tratando de convertirse en la materia fundante del
recuerdo, sin nunca llegar a serlo, pero a la vez siendo la única vía posible
meditativa para el yo. En el poema se
encuentra el arquetipo de la imagen, pero también subsiste borrosa y
transfigurada la huella de una materia que ya ha muerto.
El juego infantil
se convertirá en la escena propicia para encontrar este fenómeno que antecede a
la idealización y que más tarde los escritores intentaran un retorno alejándose
por diferentes vías, es decir, no en términos de representación descriptivas
sino por vía de un retorno a lo abierto. Este retorno a lo abierto se
caracterizaría según Agamben por aquello “que pone y une en una secreta
complicidad la noche oscura del místico y la claridad del conocimiento
racional”.
Recordemos aquella
escena del juego de Paradiso, en la
que Lezama reconoce el corazón de su propia vida, y en la que concluye
diciendo:
Estaban en ese momento de éxtasis coral que los niños alcanzan con
facilidad. Hacer que su tiempo, el tiempo de las personas que lo rodean, y el
tiempo de la situación exterior, coincidan en un especie de abandono del
tiempo…”
En el libro
Nacen los Otros Carrera dice “Pero lo cierto es que en el origen de la poesía
–origen no es sólo lo que estuvo, sino lo que está y estará –siguen estando
como dos indiferentes niños gemelos, imprecisos y bellísimos, casi iguales,
casi perfectos, el misterio y el secreto.”
También en
Carrera el recuerdo de las imágenes familiares y de la infancia proponen una
vía de meditación, un estado de éxtasis temporal, que él mismo admitirá del
poema, como una redecilla espacio-temporal.
Dijo Nietzsche,
en su etapa más romántica, que el arte es la actividad propiamente metafísica
del hombre y que sólo como fenómeno
estético se justificaba la existencia del mundo[1].
La belleza en el momento literario o la justificación
estética, se reduce aún más, en el caso de estos autores, no al arte en
términos generales sino más bien al estilo en términos particulares, a la
limitación de las palabras sobre el infinito de la lengua que se propaga y se
expande hacia su propia interioridad. Escribieron en el Anti Edipo Gilles Deleuze y Féliz Guattari que “un acontecimiento
microscópico transforma el equilibrio del poder local.” La capacidad de
transformación en la época moderna subsiste en la posibilidad de armar máquinas
discursivas con poder particular, es decir, corriendo hacia los márgenes de toda
clasificación a la literatura.
En Potlatch de
Carrera se vuelve evidente la referencia a la transformación de la materia,
mediante una operación que invierte lo alto y lo bajo, los sagrado y lo pagano
como valores intercambiables en el ritual y en el juego. La circulación del dinero en la infancia
presenta una serie de relaciones, que por su propia contacto desinteresado con
el capital lo dejan al margen de las ventajas de las ganancias, más bien
diríamos que el derroche y el gasto son los términos a través de los cuáles se
pone de manifiesto con el mismo lenguaje poético. En el poema Data Carrera
dice:
“Los primeros acuñadores fueron poetas: imprimían monedas como
símbolos verbales, escribían sobre monedas y a veces personificaban a las
monedas para que pudieran hablar por sí mismas. Pero no desconocían si una
inscripción debía aludir a un tejo, a una moneda o al sistema monetario.”
Por el contrario en la lógica de la producción dice Marx que “la
forma-dinero en que se desembolsa el
capital variable son repuestos, por un producto cuya forma natural es desde el
primer momento forma-dinero” mostrando una vez más el procedimiento cerrado de
la circulación del capital.[2]
Dice Bataille en La Conjuración Sagrada “En
tanto juego, el potlatch es contrario a
un principio de conservación: pone fin a la estabilidad de las fortunas tal
como existía dentro de la economía totémica, en la que la posesión hereditaria.
Una actividad de intercambio excesivo ha sustituido la herencia por una especie
de póquer ritual de aspecto delirante como fuente de la posesión”[3] La matríz delirante y excesiva del juego es
lo que le se equipara en Carrera con el derroche de la poesía, con un habla
destinado al vacío y que no tendrá dentro del mercado de valores de uso de la
lengua ningún otro fin que su propia existencia excesiva. Como escribió el poeta en un verso de
“Sobornable, entregado”, el origen de Potlacht es el historial de su diáfana locura. También una de las más
increíbles visiones filosóficas de Lezama Lima dice que “Todo conocimiento
verdadero culmina en el delirio.”
Al mismo
tiempo, en el autor de Paradiso,
opera como el lenguaje de la tribu,
el lenguaje ritual supeditado a su propia búsqueda de la divinidad y en donde
reinará la ausencia. Pero principalmente de forma asimétrica al potlacht de Carrera,
la pobreza, la ontología de un que contiene la límite ultimo de un lenguaje
excesivo. Dice Lezama Lima “Ser más pobre es estar más rodeado del por el
milagro, es precisar el animismo de cada forma; es la espera, hasta que se hace
creadora, de la distancia entre las cosas. Las inmensas lentitudes de la
extensión, que se hace creadora por la ley del árbol, es sorprendida por el estilo de la pobreza, en una fulguración,
donde la realidad y la imagen están perennemente a la altura de la mirada del
hombre pobre. La suerte se echa sobre los pobres, vistas por quien más tenía
que ver, gana de antemano el número sagrado y la batalla con la tumultuosa
prole.”[4]
Y continúa en las líneas finales, “el
estilo de la pobreza, las inauditas posibilidades de la pobreza han vuelto a
alcanzar, entre nosotros, una plenitud oficiante.”[5]
Como también se referirá a la pobreza de todos los hombres de la cultura que él
consideró importantes.
Esta misma
cualidad será también lo que lo aleje de la riqueza, es decir, lo diagonalmente
lo acerque al Potlacht desinteresado de Carrera, siendo entre ellos la
austeridad de la poesía como mercancía un paisaje epifánico donde se reúnen sus
voces. La pobreza como afirmación de sistema poético, se convierte en la matriz
de una ontología que abandona toda finalidad para internarse en el ir hacia
ninguna parte que le depara su propio ritmo, y que festeja en la propia
desaparición de la materia su presencia irrevocable.
También lo
dionisiaco y la fiesta proponen un clima
donde la perdida material se restituye en materia más apreciable, y es
justamente el oro barroco un símbolo del vacío de aquello inasible que no puede
ser reducido a su mero valor de mercancía. Dice Lezama Lima “Sentirse más pobre
es penetrar en lo desconocido” en el mismo sentido que la ausencia de finalidad
del poema de Carrera, el derroche y la transmutación de la palabra en analogía
con el dinero nos conducen a un intercambio donde la incongruencia de valores,
fracturan la lógica occidental y en esa ruptura se produce el exceso. Dice en “Moneda
Viviente”:
La vida gratuitamente recibida
En sí misma no tiene
ningún precio,
Sin la voluptuosidad no vale nada
Tampoco
la voluptuosidad tiene precio.
También la poesía estará ligada siempre, al lugar de la no lógica mientras
que el dinero como valor de uso, será
tanto en la poesía de Carrera como en la de Lezama Lima la lógica del capital,
la lógica causal de la historia. El intercambio del dinero de modo lineal, la
teología del éxito y la ganancia subsiste en estos autores en una equivalencia paralela
con el progreso de la historia que aumento su capital simbólico con el paso del
tiempo, olvidando sus orígenes. En este sentido el juego como intercambio
desinteresado o la vía contemplativa por la cual se rememora la infancia, se
apartan de este camino. Roger Callois no dice que las fortunas que los niños
atesoran, frascos viejos de perfumes, por ejemplo tienen diversas funciones
mágicas, pero que están vinculadas también con la inminencia del porvenir, dice
el autor “ Quien no esta seguro de su destino no está seguro de sí mismo y no
puede gobernarse suficientemente para afrontar los tremendos peligros que le
esperan”. El juego infantil al igual que la lógica del mercado están vinculado
en el fondo con la necesidad de sobrevivencia en el seno de una temporalidad,
con la diferencia que la primera permite la continuidad de una interioridad
originaria, el destino del espíritu, y la segunda se opone fragmentando el
tiempo en el ritmo de la producción de mercancía.
Transformar en oro es invisibilizar la ganancia, volverla la más bella
de las posesiones que siempre se pierde el vacio que sólo puede ser suplido por
poesía se anula, la inversión del capital, pero también del conocimiento
científico que quita la magia del potlach y el sentido del ritual.
Mariana Robles
- 2010
Bibliografía
Carrera, Arturo. La
Construcción del Espejo. Buenos Aires. Editorial Siesta, 2001.
Carrera, Arturo. Potlatch.
Buenos Aires. Editorial Interzona, 2004.
Sarduy, Severo. Antología.
México. Fondo de Cultura Económica, 2002.
Bataille, Georges. La
Conjugación Sagrada. Buenos Aires. Adriana Hidalgo Editora, 2008.
Agamben, Giorgio. Lo Abierto.
Buenos Aires. Adriana Hidalgo Editora, 2002.
Lezama Lima, José. Paradiso.
Madrid. Ediciones Cátedra, 2008.
Lezama Lima, José. Sucesivas
y Coordenadas. Buenos Aires. Editorial Espasa Calpe, 1993.
Caillois, Roger. Instintos y
Sociedad. Barcelona. Editorial Seix Barral, 1969.
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