domingo, 3 de febrero de 2013


La transformación del oro

             La relación entre José Lezama Lima y Arturo Carrera que me interesa plantear tiende sobre todo a resaltar y mostrar una cualidad espacial entre las obras, una dimensión de fuga hacia el derroche y el gasto que define la ontología de sus poéticas. Dar cuenta de un universo ínfimo, de ciertas referencias puntuales que configuran un paisaje en las cosmogonías monumentales de ambos autores, en este sentido trato de evitar una relación de paralelismos geométricos entre los textos, si no más bien, ofrecer un encuentro de elementos dispersos y pequeños de sus complejas y magnificas creaciones poéticas.
              El análisis incorpora la visión desviada o exaltada de sus propios universos literarios, el epicentro se configura como un lugar de reunión entre las dos obras, posibilitando una nueva metafísica. De ninguna manera podría pensar en Carrera como un decir que se continúa causalmente del habla de Lezama Lima, dicha hipótesis implicaría aceptar una idea de progreso, de lógica binaria o teleológica, en el diálogo entre sus obras, un movimiento evidente contra las ideas de los mismos autores. Escribió Lezama que
             No basta que la imagen actúe sobre el temporal histórico, para que
              engendre una era imaginaria, es decir, para que reine lo poético y se instaure.
              Ni tan solo que la causalidad metafórica llegue a hacerse viviente, por
              personas donde la fabulación unió lo real con lo invisible… (Lezama Lima, Sucesivas y
              Coordenadas 209)
Probablemente la relación entonces pueda ser pensada como el encuentro invisible e impropable, en tanto garantía racional, de aquello que el propio sentido de la poesía deja escapar, convirtiéndose la analogía en un ejercicio imposible.
             No es la lógica de la ciencia sino la lógica de la imaginación la que irrumpe en la historia del pensamiento lezamiano pero que a su vez también, gracias a esa irrupción del devenir entre causas y efectos permite la constitución de una ontología, es decir una posibilidad de pensar el mundo poéticamente. Reafirmando lo que el mismo Lezama Lima escribió en A Partir de la poesía Es para mí el primer asombro de la poesía, que sumergida en el mundo prelógico, no sea nunca ilógica. Y más adelante La historia de la poesía no puede ser otra cosa que el estudio y la expresión de las eras imaginarias (Sucesivas y Coordenadas 196). El devenir de la poesía proviene de regiones donde la materia es inseparable de la idea, tanto en Carrera como en Lezama Lima se ve realizado el proyecto baitalliano del verdadero materialismo, al referirse siempre, en diferentes y complejas capas de sentido a lo que Bataille llamó “los fenómenos en bruto y no un sistema fundado en los elementos fragmentarios de un análisis ideológico.” Particularmente porque la literatura ocupará el lugar del objeto tratando de convertirse en la materia fundante del recuerdo, sin nunca llegar a serlo, pero a la vez siendo la única vía posible meditativa para el yo.  En el poema se encuentra el arquetipo de la imagen, pero también subsiste borrosa y transfigurada la huella de una materia que ya ha muerto. 
          El juego infantil se convertirá en la escena propicia para encontrar este fenómeno que antecede a la idealización y que más tarde los escritores intentaran un retorno alejándose por diferentes vías, es decir, no en términos de representación descriptivas sino por vía de un retorno a lo abierto. Este retorno a lo abierto se caracterizaría según Agamben por aquello “que pone y une en una secreta complicidad la noche oscura del místico y la claridad del conocimiento racional”.
          Recordemos aquella escena del juego de Paradiso, en la que Lezama reconoce el corazón de su propia vida, y en la que concluye diciendo:
Estaban en ese momento de éxtasis coral que los niños alcanzan con facilidad. Hacer que su tiempo, el tiempo de las personas que lo rodean, y el tiempo de la situación exterior, coincidan en un especie de abandono del tiempo…”
             En el libro Nacen los Otros Carrera dice “Pero lo cierto es que en el origen de la poesía –origen no es sólo lo que estuvo, sino lo que está y estará –siguen estando como dos indiferentes niños gemelos, imprecisos y bellísimos, casi iguales, casi perfectos, el misterio y el secreto.”   
             También en Carrera el recuerdo de las imágenes familiares y de la infancia proponen una vía de meditación, un estado de éxtasis temporal, que él mismo admitirá del poema, como una redecilla espacio-temporal.
           Dijo Nietzsche, en su etapa más romántica, que el arte es la actividad propiamente metafísica del hombre y que sólo como fenómeno estético se justificaba la existencia del mundo[1]. La belleza en el momento literario o la justificación estética, se reduce aún más, en el caso de estos autores, no al arte en términos generales sino más bien al estilo en términos particulares, a la limitación de las palabras sobre el infinito de la lengua que se propaga y se expande hacia su propia interioridad. Escribieron en el Anti Edipo Gilles Deleuze y Féliz Guattari que “un acontecimiento microscópico transforma el equilibrio del poder local.” La capacidad de transformación en la época moderna subsiste en la posibilidad de armar máquinas discursivas con poder particular, es decir, corriendo hacia los márgenes de toda clasificación a la literatura.
           En Potlatch de Carrera se vuelve evidente la referencia a la transformación de la materia, mediante una operación que invierte lo alto y lo bajo, los sagrado y lo pagano como valores intercambiables en el ritual y en el juego.  La circulación del dinero en la infancia presenta una serie de relaciones, que por su propia contacto desinteresado con el capital lo dejan al margen de las ventajas de las ganancias, más bien diríamos que el derroche y el gasto son los términos a través de los cuáles se pone de manifiesto con el mismo lenguaje poético. En el poema Data Carrera dice:
“Los primeros acuñadores fueron poetas: imprimían monedas como símbolos verbales, escribían sobre monedas y a veces personificaban a las monedas para que pudieran hablar por sí mismas. Pero no desconocían si una inscripción debía aludir a un tejo, a una moneda o al sistema monetario.”
Por el contrario en la lógica de la producción dice Marx que “la forma-dinero en que se desembolsa  el capital variable son repuestos, por un producto cuya forma natural es desde el primer momento forma-dinero” mostrando una vez más el procedimiento cerrado de la circulación del capital.[2]
                Dice Bataille en La Conjuración Sagrada  “En tanto  juego, el potlatch es contrario a un principio de conservación: pone fin a la estabilidad de las fortunas tal como existía dentro de la economía totémica, en la que la posesión hereditaria. Una actividad de intercambio excesivo ha sustituido la herencia por una especie de póquer ritual de aspecto delirante como fuente de la posesión”[3]  La matríz delirante y excesiva del juego es lo que le se equipara en Carrera con el derroche de la poesía, con un habla destinado al vacío y que no tendrá dentro del mercado de valores de uso de la lengua ningún otro fin que su propia existencia excesiva.  Como escribió el poeta en un verso de “Sobornable, entregado”, el origen de Potlacht es el historial de su diáfana locura. También una de las más increíbles visiones filosóficas de Lezama Lima dice que “Todo conocimiento verdadero culmina en el delirio.”
              Al mismo tiempo, en el autor de Paradiso, opera como el lenguaje de la tribu, el lenguaje ritual supeditado a su propia búsqueda de la divinidad y en donde reinará la ausencia. Pero principalmente de forma asimétrica al potlacht de Carrera, la pobreza, la ontología de un que contiene la límite ultimo de un lenguaje excesivo. Dice Lezama Lima “Ser más pobre es estar más rodeado del por el milagro, es precisar el animismo de cada forma; es la espera, hasta que se hace creadora, de la distancia entre las cosas. Las inmensas lentitudes de la extensión, que se hace creadora por la ley del árbol, es sorprendida por  el estilo de la pobreza, en una fulguración, donde la realidad y la imagen están perennemente a la altura de la mirada del hombre pobre. La suerte se echa sobre los pobres, vistas por quien más tenía que ver, gana de antemano el número sagrado y la batalla con la tumultuosa prole.”[4] Y  continúa en las líneas finales, “el estilo de la pobreza, las inauditas posibilidades de la pobreza han vuelto a alcanzar, entre nosotros, una plenitud oficiante.”[5] Como también se referirá a la pobreza de todos los hombres de la cultura que él consideró importantes.
                  Esta misma cualidad será también lo que lo aleje de la riqueza, es decir, lo diagonalmente lo acerque al Potlacht desinteresado de Carrera, siendo entre ellos la austeridad de la poesía como mercancía un paisaje epifánico donde se reúnen sus voces. La pobreza como afirmación de sistema poético, se convierte en la matriz de una ontología que abandona toda finalidad para internarse en el ir hacia ninguna parte que le depara su propio ritmo, y que festeja en la propia desaparición de la materia su presencia irrevocable.
            También lo dionisiaco  y la fiesta proponen un clima donde la perdida material se restituye en materia más apreciable, y es justamente el oro barroco un símbolo del vacío de aquello inasible que no puede ser reducido a su mero valor de mercancía. Dice Lezama Lima “Sentirse más pobre es penetrar en lo desconocido” en el mismo sentido que la ausencia de finalidad del poema de Carrera, el derroche y la transmutación de la palabra en analogía con el dinero nos conducen a un intercambio donde la incongruencia de valores, fracturan la lógica occidental y en esa ruptura se produce el exceso. Dice en “Moneda Viviente”:

                                                La vida gratuitamente recibida
                                                En sí misma no tiene ningún precio,
                                                Sin la voluptuosidad no vale nada
                                               Tampoco la voluptuosidad tiene precio.

          También la poesía estará ligada siempre, al lugar de la no lógica mientras que el dinero  como valor de uso, será tanto en la poesía de Carrera como en la de Lezama Lima la lógica del capital, la lógica causal de la historia. El intercambio del dinero de modo lineal, la teología del éxito y la ganancia subsiste en estos autores en una equivalencia paralela con el progreso de la historia que aumento su capital simbólico con el paso del tiempo, olvidando sus orígenes. En este sentido el juego como intercambio desinteresado o la vía contemplativa por la cual se rememora la infancia, se apartan de este camino. Roger Callois no dice que las fortunas que los niños atesoran, frascos viejos de perfumes, por ejemplo tienen diversas funciones mágicas, pero que están vinculadas también con la inminencia del porvenir, dice el autor “ Quien no esta seguro de su destino no está seguro de sí mismo y no puede gobernarse suficientemente para afrontar los tremendos peligros que le esperan”. El juego infantil al igual que la lógica del mercado están vinculado en el fondo con la necesidad de sobrevivencia en el seno de una temporalidad, con la diferencia que la primera permite la continuidad de una interioridad originaria, el destino del espíritu, y la segunda se opone fragmentando el tiempo en el ritmo de la producción de mercancía.  
          Transformar en oro es invisibilizar la ganancia, volverla la más bella de las posesiones que siempre se pierde el vacio que sólo puede ser suplido por poesía se anula, la inversión del capital, pero también del conocimiento científico que quita la magia del potlach y el sentido del ritual.

Mariana Robles - 2010


Bibliografía

Carrera, Arturo. La Construcción del Espejo. Buenos Aires. Editorial Siesta, 2001.

Carrera, Arturo. Potlatch. Buenos Aires. Editorial Interzona, 2004.

Sarduy, Severo. Antología. México. Fondo de Cultura Económica, 2002.

Bataille, Georges. La Conjugación Sagrada. Buenos Aires. Adriana Hidalgo Editora, 2008.

Agamben, Giorgio. Lo Abierto. Buenos Aires. Adriana Hidalgo Editora, 2002.

Lezama Lima, José. Paradiso. Madrid. Ediciones Cátedra, 2008.

Lezama Lima, José. Sucesivas y Coordenadas. Buenos Aires. Editorial Espasa Calpe, 1993.

Caillois, Roger. Instintos y Sociedad. Barcelona. Editorial Seix Barral, 1969.












   

















                    






























[1] El origen de la tragedia a través del espíritu de la música, p. 26
[2] 292
[3] P. 122
[4] A partir de la poesía
[5] P. 216

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