Geografías noctámbulas
y otras músicas
¿Te complacerás
tú también en nosotros, sombría Noche? ¿Qué guardas bajo tu manto, que penetra
hasta mi alma con invisible poder?
Novalis
- Himnos de la Noche
: Sinfonía lunar
En
la noche la arquitectura incorpora a su imagen las sombras proyectadas y un gigantismo
lunar, producto de un extrañamiento visual, enrarece los paisajes. A veces en
la noche se dispersan los fantasmas adormecidos de la siesta. Los monstruos del
letargo solar, en la literatura infantil y popular, son grotescos con facciones
voluptuosas, son enanos y desdentados. Los monstruos de la noche son transparentes
y estilizados, casi góticos, pero también minimalistas porque pueden coincidir
con la morfología insignificante de una grieta en el piso, con una mancha de
pintura, con una marca en la pared descascarada y en ocasiones, con un pantalón
retorcido sobre los pies de la cama. El
preludio de anomalías que inventa Marisol San Jorge es una sinfonía de ruidos
profusos en espectros, más cercano a un
atardecer de invierno, en el catálogo de fantasmagorías posibles, que a un tibio
amanecer. Es quizás porque ha trazado
una topografía habitada por siluetas sombrías y transparentes que estos proyectos
lunares, producto de la acumulación y la insistencia, son el tapiz de una memoria
antigua como estalactitas brillando en la oscuridad. La experiencia personal no debería ser una especie de caja cerrada o
espejo narcisista anotó Sylvia Plath, también San Jorge lo insinúa
elaborando una tentativa artificial para desplegar su propia subjetividad en
geografías amorfas que la disimulan y que la esconden. Este despliegue inofensivo pero también
extravagante de un yo aparentemente ausente, ilusionista, como una sombra que
dejó su impronta y partió, puede convertirse en un potente programa: dejar que la
experiencia personal explote, destrabe las bisagras cerradas, se exceda hasta alcanzar
su noche.
:: Variaciones
maquinales de un vestido noctámbulo
En
la noche espesa puntitos, líneas, formitas son huellas de un vestido, por momento,
rojos y por otros amarillo, de una condensa abandonada a sus propias
cavilaciones y que pone florcitas y piedritas de colores sobre una nieve blanca
y transparente, para regresar tranquilla al sendero cuando el viento lo evapore. Los sonidos son
otra señal, salen rasgando las cavidades y las cuevas construidas como máquinas
estridentes que se encuentran a través del aire. A ese vestido matemáticamente reiterado le
salen nervaduras, que en armonía con las geometrías de San Jorge componen una
literatura del desequilibrio, una escritura del vaivén, un recorrido sólo
probable si se logran transitar sus complejos signos. También las máscaras
austeras de madera y alambre, los sacos recortados y cosidos nuevamente, los
rostros provisorios de ropas e incrustaciones de piedras, los dibujos de
miradas espejadas y los objetos blandos con prendas enroscadas y atadas son parte
de su universo alquímico donde la materia se transmuta según un patrón disperso:
ir dejando huellas para hacer visible el cuerpo propio, ir cargando la materia
para evitar su desaparición. Aquí la
artista trae rememoraciones de cuerpos pasados, su Frankenstein es el vacio
ornamentado, una potencia para la nada que como cualquier presencia física habita
al borde del tiempo. Su latencia es la irremediable mutación, el constante cambio
y por fin la desaparición. Así la
condensa se desperdiga en diversas dimensiones y arrastra consigo huellas de
una arqueología necesaria, modelando la ausencia y el abandono.
::: Mapas para
una orquesta fantasma
Una
apacible figura del mundo intenta dar señales del artificio y es porque sabemos
también que en cualquier calle asfáltica, en cualquier edifico abandonado o en
esas apagadas dimensiones de las ciudades lo sublime tiene sus manifestaciones
encantadas. Encontrarlas es señalar en la materia una particularidad a través de
un rastro específico, darle una forma única. En la obra de San Jorge se
dispersa apacible el lugar del señalamiento y puede indicarnos un lugar que nos
detiene al mismo tiempo que nos dispara hacia otros universos. La geografía
entonces no es de un sitio cualquiera sino sólo aquel que ha sido dispuesto
antes la mirada, organizado como se prepara un viaje. Quizás estas obras
funcionen como anti-mapas porque nos llevan a lugares inciertos pero al ser, de
algún modo, la negación de ellos nos implica en la misma lógica. Podemos ver
como el panorama va cambiando, las dimensiones se exageran o reducen, la
infinidad de perspectivas son un coro superpuesto y atonal. Hay regiones diversas,
opacidades sorprendentes y destellos. Los dibujos que se despliegan en su
mayoría sobre desnudas superficies de madera son una resonancia posible que
sintonizados en las grietas conducen nuestra mirada.
:::: Cajas
musicales en el reino de la noche
Dice
Didi-Huberman que en la obra minimalista de Tony Smith subyace un artilugio,
fruto de la infancia del artista: tras una enfermedad Smith debió permanecer en
reposo en una habitación cubica en el patio de su casa, alejado de su familia
hasta que se recuperó. Más tarde el artista recordaría sus objetos como semillas o gérmenes susceptibles de difundir
un crecimiento o una enfermedad, como
objetos negros y probablemente malévolos agrega el filósofo francés. A veces lo que a simple vista es de un hermetismo
impenetrable y tosco, para el generador de fantasías es de máxima obviedad y el
desenlace más consecuente de su mundo interior. Las palabras que podrían
referirse no se corresponden con las nominaciones habituales: ni de la vida cotidiana, ni de la
racionalidad operativa. Algo así como la revelación de un sueño que puede permanecer
latente en las cavidades de un volumen geométrico. En los de San Jorge se
reitera ese misterio de la palabra que los nombra, que coincide con el verbo y
hace vibrar la noche. Un poema de Silvina Ocampo, de su libro Ejercito de la Oscuridad dice:
Imaginé en la
infancia un mundo en que los
hombres, las
plantas y las bestias crecían indefini-
damente hasta llegar a tocar las estrellas,
que les
servían de joyas para entrar en el reino de
los cie-
los, donde se encontraban las verdaderas
estrellas.
Y como si todo tuviera inicio en ese lugar
anterior a la voz, como si esas construcciones no fueran más que estrategias
para conducirse al sitio donde la imagen se reveló. Lo que llega en algunos
momentos es la noche, cuando el silencio deja espacio para la música del otro
lado del tiempo.
Mariana Robles – Córdoba, 2009
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Notas Bibliográficas
Merleau Ponty,
Maurice. La Fenomenología de la
Percepción. Editorial Planeta Agostini. Barcelona, 1985
Novalis.
Himnos a la noche. Versión y estudio preliminar de Alfredo
Terzaga. Editorial Universidad Nacional de Córdoba, 2007
Ocampo, Silvina. Ejércitos de la Oscuridad. Editorial
Sudamericana. Buenos Aires, 2008
Plath Sylvia. Tulipanes y Otros Poemas. Centro Editor
de América Latina. Buenos Aires, 1988
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