Las siestas
son carnaval
Se convertirá en una mujer.
Mary
Shelley
La vida es el carnaval del Ser
Alfred
Jarry
Imagen de
bienvenida: las paralelas que siempre se chocan
El poeta surrealista Robert Desnos escribió algunos textos, denominados
del mismo modo que el famoso “alter ego” femenino de Marcel Duchamp, Rrose Sélavy.
Al parecer, mientras uno de ellos residía en París y el otro en Nueva York, se
conectaron telepáticamente, generando un
intervalo de realidad en la n-dimensión donde la enigmática Rrose Sélavy, se
paseaba. Finalmente, producto de un intenso vínculo, el poeta y la aparición se
comprometieron. Allí, en aquella extensión difusa de los sueños y el trance, a
los que Desnos profusamente sucumbía. Estos textos, entonces, fueron emanación
de la vibración telepática entre dos mentes que se abandonaron a sí mismas,
para ingresar en alguna realidad probable. Nosotros, nunca nos atreveríamos a
imaginar a la enigmática Rsose Sélavy con los atributos de un personaje, en esa
continuidad lineal que provee a todo individuo de una historia sino que, más
bien, creeríamos que su presencia ambigua es aquella que al fin y al cabo
modeló al propia Duchamp. Algo así, en una sintonía de paralelas que siempre se
chocan, ocurrió con Ubú Rey y con Fraustroll cuando concibieron a su propio autor Alfred Jarry, padre
de la Patafísica.
Eclosión del
origen: la alegría
Tenemos que admitir, en este punto, que
aquello que hoy presentamos en el cuerpo de un libro, desentraña formas
diversas, considerando lo que un objeto de este tipo nos depara en general,
este es, más bien, un libro-laboratorio. Bajo el concepto de grafías se dispone
un armamento que, con sus instrucciones, al cuidado de Cippollini, nos ponen en
orbita para una eventual descarga. Advertimos, por la misma razón, que
zigzagueante a la adhesión de una continuidad especifica, pierde la centralidad
y linealidad característica de un relato. Más bien, el conjunto de textos
presentados se adosa a la naturaleza del tiempo, que en su versión carnavalesca
encabezada por Jarry, nos deja asistir secretamente a los festejos del azar y
las coincidencias, liberándonos a su vez de correr tras lo efectos de una
causa. Obviamente, en ello reside el origen de nuestra alegría, al poder contemplar
y esperar que todo suceda, por una voluntad fortuita, que reúne lo múltiple con
lo simple y lo pasajero con lo eterno.
Lugar de
encuentro: la historia entre ruinas y
castillos
La literatura se torna, bajo el efecto del rictus jarryco, en un
habitáculo con las palabras sobre el abismo y al mismo tiempo, en el centro de
un remolino. El lenguaje, aquel que para Wittgenstein consiste en los miles de
juego provocados en nuestra vida cotidiana, aquí conforma una geografía medieval
y moderna en cartografías de espejos. En la adolescencia de Jarry, en sus años jóvenes (que más tarde se convertirían en los
más antiguos), se ubica la raíz
fasciculada de una ciencia que se extenderá hacia atrás y hacia adelante, pero
especialmente hacia sus costados. Desde los hombres de la caverna, hasta el
futuro impensable, la ‘Patafísica doblega en curvas volcánicas toda posibilidad
de conciencia estática, alumbrando la más deseada de las fuerzas: el azar. Que
según Mallarmé, por la neutralidad
idéntica del abismo puede convertirse en algo que se oculta y se desoculta,
pero que siempre esta. La historia de la ‘Patafísica se aleja del artificio,
coincidentemente los artilugios de sus escritos confirman la cima de una
imaginación extravagante y original. Nunca se reduce a sus elementos, ni al
funcionamiento de la narrativa, por el contrario, va hacia su propia
construcción inalcanzable.
En la fotografía de un paseante, el gris de las
sombras refleja un castillo en ruinas que la imagen mantiene en pie.
La identidad:
un avatar con múltiples vestiduras
La espiral, el símbolo de La Orden de la Gran Espiranzal
fundada por Jarry, es la transformación del ser en el flujo de la temporalidad.
El ser participa de las cualidades del todo y sin poseer más atributos provisorios
que aquellos que la mera contingencia dispone. No hay rastro patafísico que nos
permita afirmar alguna marca definitiva, una identidad. Este criterio, ampliado
y desvirtuado por su propia expansión exegética, abraza a sus recintos: los
colegios y el instituto.
Recordemos las hazañas del Dr. Faustroll Patafísico, donde el arte y el viaje nos
conducen a un único y mismo portal, a
ambos ingresamos y salimos por la misma puerta. La eternidad, opera como
combinatoria de diferentes planos de realidad y a su vez explora algún universo
posible, donde Jarry continúa siendo igual a si mismo. En esa sinfonía, Jarry al
igual que Duchamp con Rrose Sélavy, se abraza para siempre con Faustroll.
En alguna dirección del viaje, una tribu adora a un Dios falso y en el escudo brilla la
espiral.
El mundo es
una siesta
El mundo en Siesta no marcha; -dice Macedonio Fernández- a
la Noche las estrellas le ponen dirección de marcha. Por ello la intelección
prospera en la Siesta y no en la Noche. Tampoco serán ni la
tragedia, ni la comedia, las máscara del teatro de Jarry, una intermedia, una nueva,
una tríadica y apropiada, para descubrir fenómenos, allí en la siesta, donde pareciera
no ocurrir nada.
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