Viaje galáctico alrededor de un
Jardín
Las
galaxias parecen alejarse unas de otras a velocidades considerables. Las más
lejanas huyen con la aceleración de doscientos treinta mil kilómetros por
segundo, próxima a la de la luz.
El universo se hincha.
Asistimos al resultado de una gigantesca explosión.
Severo Sarduy (Big Bang)
: Las fronteras de un mundo
poético: los cielos y las flores
Un viajero contemporáneo es quizás un decodificador de
representaciones establecidas, que puede ordenar en una unidad de lo real,
componentes de mundos diversos. En este sentido, la herencia romántica en el
surrealismo podría ser la transfiguración del viaje en collage, una técnica
o dispositivo de transposición de
órdenes disímiles para generar una imagen en movimiento. En las pinturas
arquetípicas del romanticismo por ejemplo, la inmensidad de los cielos, la
omnipotencia de las montañas, en contraposición a la intemperie de los hombres
y el poder fastuoso del mar, se configuran en torno a una tensión entre lo
natural y lo artificial. En las obras de Julia Romano la inmensidad se
mantiene, pero siendo desde su origen paisaje, en ellas el poder de lo
impredecible se somete al artilugio de las flores silvestres o de los pájaros
pequeños que logran configurar la imagen
a una escala humana. Es como si miráramos el cielo a través de la óptica diminuta
de una flor roja y transparente, encontrada al costado de una ruta o como si al
contemplar un pájaro sobre la rama de un ciruelo, con un ojo cerrado, su
proyección sobre el horizonte impregnara
todo el aire. La potencia del ornamento subyace en la afirmación de una visión
que se manifiesta irreductible a una norma fuera de sí misma. Así, Romano
impone al cielo orbes florales que su imaginación prescribe y diseña como una
exploradora de lo frágil y de lo mudable.
La fotografía en su obra es sólo un fragmento, porque la
representación producto de una operación mecánica es, justamente, la dimensión
que estos paisajes ponen en cuestión.
Aparecen entonces, modelos tentativos propiciados por su forma de ver,
por el uso particular que la artista hace de la mirada y no así de un supuesto
realista acerca de la naturaleza. El cielo, lejos de ser en sí mismo un afuera
inmóvil y estático, se presenta como una sugerente pantalla vital para la interacción con el sujeto de la
contemplación, que en una réplica lúdica proyecta sus fantasías. Sus paisajes
son jardines particulares iniciados en la frontera de una flor y una medida
poética del mundo. Cada nueva
intervención con su mirada se convierte
en el rastro de un diario de viaje, que se dibuja mentalmente en sintonía con
las observaciones de un afuera muy cercano, tan cercano que no se distingue de
las siluetas derramadas. Las montañas, el cielo o un río son el cuerpo,
soporte, para acciones subjetivas, que a
su vez modifican la estereotipia o patrón cultural de la idea de paisaje. El
jardín es la frontera de un mundo que se configura en la explosión de lo bello
en una flor y que a su vez puede, osadamente, convertirse en el patrón sin fin
de una ciencia rococó, que adora las voluptuosas curvas de los pétalos y en ellas
el éxodo de éste viaje.
:: Inversión del
horizonte
Imagino que, las piezas de Romano podrían coincidir en un futuro
hipotético con algunos libros o tomos antiguos de una biblioteca perdida de constelaciones
florales, y que la discontinuidad de la representación no es otra cosa que el
descubrimiento de un mundo posible en la conjunción azarosa de sus partes
actuales. Como si fueran placenteras ondulaciones, que en suspenso esperan un
relato, para imponer al espacio real su silueta ensoñada. Grafías de una
percepción despreocupada y volátil, que
hacía un romántico viaje, por el interior de las flores, acaban partir. Entonces,
me parece también que, ha logrado construir una operación sinuosa entre
plantaciones de acordes mínimos, que se oyen en el ritmo de esas bastas
montañas, sembradíos o llanuras. Ella misma es un viajero, explorando las
combinatorias imbricadas de plantaciones y nubes fortuitas, anotando las
impresiones de un estado poético frente a la naturaleza en movimiento. Quizás,
también realizando un inventario en el basto horizonte de lo diminuto, para así
desplegarlos en una dimensión a la medida de sus impresiones. En esta prolífica
inversión de los órdenes terrestres logra ponderar un gesto que en la dislocación
de sus límites se dispone como un precioso jardín.
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