domingo, 3 de febrero de 2013


Paisaje de invierno
Apuntes para una lírica del vacío


La Imagen:
Si estamos dispuestos a contemplar en cada forma de Andrés Sobrino hay espacio para la mirada, podríamos imaginar túneles o espejos y encontrar allí nada. Entrar en laberintos y descubrir que esa nada es infinita como así también el límite de nuestra visión. Parecen deslizarse serenos paisajes nevados o algunas aguas congeladas.

El dispositivo:
La  técnica del montaje es una práctica heredada en cierta medida del cine, Sergei Eisenstein  introdujo los procedimientos que permiten ordenar narrativa y rítmicamente la toma cinematográfica. El tiempo virtual captado recupera su dinámica interior al modificar paradójicamente su naturaleza predeterminada por el tiempo cronológico. El uso más frecuente de la técnica en artes visuales alude a la disposición de las obras en el espacio expositivo, producto de un programa previamente organizado que permite transfigurar en relato las fisuras cronológicas del proceso creativo. El sentido irrevocable con el que un espectador se encuentra supera la fractura originaria y la síntesis visual opera, a grandes rasgos, en la constitución de una unidad. A La obra pictórica de Andrés Sobrino se suma la intriga por la referencia: en un montaje realista comprendemos perfectamente ese orden que nos conduce por la fascinación de la representación y su doble intimidante captado. Al tratarse de una obra abstracta-geométrica Sobrino pareciera conspirar con el relato para presentarnos los dispositivos que posibilitan una historia. Sus piezas geométricas no son sin ese lugar específico otorgado en el espacio, sin embargo de existir lo harían de otro modo.

La música:
Para ver es necesario oír y para oír es necesario el silencio, también a la inversa; de Erik Satie apuntó Man Ray que era el único músico que tenía ojos. El color es ese instrumento que vibra según una orquestación rítmica material, allí la tonalidad depende de las circunstancias epifanicas que de origen inexplicable colman la visión. La demolición es rotunda no nos queda más que la potencia, más allá de cualquier disciplina sabemos que el silencio es nuestro aliado. En una entrevista Sobrino cuenta que sus procesos creativos se inician con la generación encadenada de una obra que lo lleva a la próxima y así entre cadencias sucesivas se producen, el artista escucha con sus ojos.

El paisaje, en negro y en blanco:
Los estados poéticos siempre son una grieta en el sistema y en el del mundo del arte lo son simplemente porque no permiten ser teorizados. A lo largo del siglo anterior la pintura geométrica propició un sinfín de especulaciones, pero siempre sucede que una nueva aparición en este vasto horizonte se proclama como particularidad. Ad Reinhardt, el artista más trash y más zen de la modernidad porque rompió con todos los dogmas, tras pintar sus cuadros negros proclamó:
Ni formas ni composiciones,
ni líneas ni figuraciones,
ni representaciones ni visiones,
ni sensaciones ni impulsos, ni símbolos ni signos,
ni empastes ni decoraciones ni coloridos,
ni placeres ni sufrimientos, 
ni accidentes ni ready mades, ni cosa ni ideas,
ni atributos ni cualidades, nada que pertenezca a la esencia.
En el otro extremo de la sensación los blancos de Sobrino, sus sinfonías despojadas, nos afectan e interpelan como un silencio inmenso. Una ausencia invernal y distante que abierta en el límite de las formas son petrificadas geometrías inaugurales.

Mariana Robles - 2010


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