domingo, 17 de febrero de 2013


El espesor de las transparencias

Hace un tiempo una pequeña amiga, Angelina, me contó un sueño: flotaba sobre el mundo viendo, a través de su tercer ojo, todas las cosas que existen. En la onírica versión de su mirada, sobre su frente como flor de loto, cristal, una pupila se encendió. Permanecí encantada escuchando su relato, tratando de ver una imagen de otra realidad; calles, lagos, jardines amontonados y enredados en un horizonte sin perspectiva.
Ahora, que veo estos dibujos de Juan Martín Juares, pienso en lo desconocido, no como una rara especie en extinción sino como reducto, que aún fosforece en la arqueología de mi corazón.
Presiento que nuestra mirada primitiva ha construido rutas, en el espacio y en el tiempo, donde sobreviven islas iluminadas y el antiguo conocimiento de las cosas invisibles, se resguarda. Si pudiéramos trazar una historia de nuestra mirada, no de las cosas que hemos visto, sino del modo en que hemos mirado, probablemente encontremos un trayecto imposible de vislumbrar como lineal, más bien encontraríamos curvas, enredos, nudos, fragmentos y espirales, estructuras visuales complejas y particulares.
Las visiones de los hombres transparentes y los rostros poblados, de los árboles, las serpientes y las casas, que se han apoderado de Juares, vienen viajando desde otra parte. El artista se ha dejado poseer en un rapto de poesía poderosa, de tormenta, de espinas. Las pinturas, los dibujos, son ahora vestigios de lo inolvidable. Allí, la conciencia, tras el terremoto que la razón nos produce, ordenó las cosas bajo el influjo del caos más hermoso.
Hay muchas puntos de vista, señales, rastros o indicaciones que leemos como constelaciones perdidas a la orilla de algún portal. Quizás sea la nostalgia por aquellos sueños infantiles o la ausencia que potencia la muerte, ese animal imbatible durmiendo en la sangre caliente, lo que ha detenido para siempre mi ojo perdido. El ojo invisible, en los rincones abandonados de este paisaje sombrío, que tiende a fugarse en un horizonte desdibujado, donde un lobo siempre espía.

                                                                                                                          Mariana Robles - 2012


No hay comentarios:

Publicar un comentario