domingo, 3 de febrero de 2013



El objeto a-teológico
El habitar es la manera
como los mortales son en la tierra.
Martin Heidegger

           Sobre dibujos de Guillermo Kuitca realizadas en 1989, pertenecientes a la Colección Estudio Lisenberg. A pesar de lo acotado de su recorrido, con respecto a la extensa obra, del paradigmático artista, no podemos negar su importancia, en tanto estas obras nos permiten pensar. Kuitca realizó estos dibujos varios años después de Nadie Olvida Nada (1982) la serie pictórica, que según el curador brasilero Paulo Herkernhoff, marcó un giro epistemológico en la historia del joven artista, donde por primera vez aparecen pintadas las imágenes de las camas. En 1992, tres años más tarde a la ejecución de estos dibujos, participó de Documenta Kassel, exponiendo su impresionante instalación de camas con mapas pintados sobre colchones.  Lo que nosotros podemos pensar, entonces, son los significados posibles de un objeto familiar y cotidiano que cobra, en las diferentes obras de Kuitca, un significado existencial. La representación de la cama se convierte, lentamente, en el reducto donde la distinción entre sujeto y objeto desaparece. Para permitir un retorno del hombre a un mundo, que ya no es la exterioridad diagramada por la razón, sino la interioridad diseñada por las pasiones. En ella, en la cama, el deseo puede ser proyectado, como las fantasías reinantes en la franja insomne antes de la noche final, sin provocación apocalíptica, cada sueño reiterara la muerte futura. En alguno de estos dibujos, la cama y el mundo se encuentran, no sólo en un mismo lugar, sino equiparados, como si su sentido fuera el mismo. Para quien miré o mida la perspectiva entre cama y mundo su equivalencia  puede ser dudosa, mientras para que, para quien lo experimente probablemente las cosas sean diferentes. Recordemos a Wittgenstein cuando en el Tratactus lógico-philosophicus nos dice que, el lenguaje es el límite del mundo. Para Kuitca la cama es el límite del mundo, justo ahí, en el lugar donde el cuerpo reposa, todo termina. 
El pensamiento  moderno separó, abriendo un abismo, entre la representación del “espacio” con el espacio vivido de la experiencia humana. El espacio cartesiano es homogéneo y cuantitativo, aquí y allá, a pesar de las rugosidades y las ondulaciones, se extiende una cuadricula dispuesta matemáticamente. Los cuerpos, son meros puntos que indican la ubicación de un sujeto con respecto a un objeto, la geometría se convierte en opresora.  Kuitca describe en algunas de sus pinturas el espacio dramático, un espacio cualitativo, en el interior de un espacio expresivo, dentro del encuadre físico de la pintura. Con su instalación de las camas, en 1992, irá aún más lejos, ya que los límites del cuadro y los de la cama coinciden, es decir, el espacio cartesiano ha desaparecido.   
Los espacios de Kuitca son espacios interiores, no sólo de espacios mentales, sino de los espacios que involucran el cuerpo. Los fluidos pueden convertirse en conductos, una gota de agua el torrente que lo destruya todo.
La cama es un mobiliario que, por sus características, conecta directamente con la tierra. Una estructura horizontal, que se opone a la vertical gótica que tiende hacia Dios. La cama es el lugar de los sueños por los cuales Descartes temió ser engañado. Mientras  que, Kuitca afirma la cama como lugar para la intimidad sin pretensiones de verdad y del reposo a-teológico.  La toma de la Bastilla, dice George Bataille, explica “la animosidad del pueblo contra los monumentos que son su verdaderos amos” en este sentido las camas de Kuitca son el anti-monumento,  al reducir la escala del objeto-fetiche a las medidas de su propio cuerpo.
Mariana Robles - 2010

















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