domingo, 3 de febrero de 2013





La colección de obras arte como restitución del tiempo



                                                                  I


                                                                                                            Dios vive en el detalle
                                                                                                                      Aby Warburg

       Una colección de obras de arte se presenta como una narración, un recorrido en imágenes de un relato único y abierto; no puede repetirse en otra situación la misma constelación de relaciones entre obras y se dispone en el terreno de la historia del arte como un lugar materialmente posible de apertura hacia lo que viene. Una especie de movimiento constante, un vaivén hacia atrás y hacia delante pendular en el tiempo: el movimiento de una colección.
        La incorporación de nuevas obras modifica la situación y el sentido del cúmulo presente, al mismo tiempo que la narrativa de una colección particular atraviesa el campo de sentido de la nueva obra. En ella nada está quieto, como una especie de organismo vivo, como un universo materialmente expansivo, se agrieta, se fractura, se fisura emanando visiones, pensamientos, que en capas sutilmente retrospectivas emulan la historia del arte.
        Los matices en el transcurso de la colección son impredecibles, pero de ellos podemos hablar, no así de una finalidad inmanente al relato, su fluir en la continuidad del tiempo, en las indeterminaciones de la historia no nos proveen de un cierre, de un punto final, pero si de un desgarramiento, de una fractura hacia el interior de su configuración, de aquello que en el vaivén de su consolidación nos permite encontrarnos frente a una narrativa presente.
       Sus límites tienen la forma, inevitablemente por la magnitud de la empresa, de un recorte limitado. Aunque, permaneciendo siempre la posibilidad de trazar conexiones de sentido con otros relatos, cada colección es vista, pensada y vivida como una operación independiente. Esta autonomía puede pensarse como un foco de atención, una situación de alerta, atraídos por su particular diseño podemos allí iluminar ciertas características especificas pero con un alcance que aún no podemos imaginar.
      De esta manera vislumbrar rasgos particulares, asombrosos, inéditos y ciertas preguntas provistas de su marca actual, contemporánea, como las peculiaridades de sus adquisiciones, las singularidades debido al lugar de residencia y su época, los efectos constantes de una nueva incorporación y las posibilidades narrativas abiertas en torno al relato de la historia del arte, están disponibles en los secretos de un entramado mínimo.
         Descifrar los motivos de la incorporación de la obra Los Bailarines de Emilio Pettoruti a la incipiente colección del Museo Caraffa en el año 1926, es tratar de vislumbrar un hecho que al mismo tiempo es un signo llamativo.
          Comprenderlo aislado de una serie de circunstancias puede ser una posibilidad, pero si anunciábamos la colección como un texto, entonces comprendemos que es allí, en la disposición en una narración donde la obra se transforma, transformando también lo anterior. La colección no es una cosa con una forma prefijada, lentamente se desdibuja y abre sus límites hacia los hechos donde, para el análisis, el detalle se convierte en universo.

                     
                                                                  II

Hoy ya no puedo contemplar la posibilidad de expresarme de esta o de aquella manera, porque el cubismo no es para mí un procedimiento, sino una estética y hasta un estado espiritual. Si ello es así, el cubismo debe estar en relación con todas las manifestaciones del pensamiento contemporáneo. Se puede inventar aisladamente una técnica, un procedimiento, pero no se inventa un estado espiritual.
                                                                                                                      Juan Gris

       Atendemos a ciertas circunstancias históricas y materiales de la adquisición de la pintura de Pettoruti. El relevamiento de determinados eventos implica, en este caso, un acercamiento a los efectos de un hecho que por las características de su intervención podría resultar asombroso, extraño, incomprensible.
1. En el año 1926 ninguna obra surrealista, cubista o futurista había sido elaborada en Córdoba.
2. Recién entrado el año 1926, al regreso de Europa de algunos artistas de Buenos Aires, comenzaron a publicarse y conocerse las principales ideas y exponentes de los movimientos de vanguardia.
3. En el año 1926 ninguna obra surrealista, cubista o futurista había incorporada en una colección oficial.
4. Cuando el Gobernador Cárcano en 1914, retoma la construcción del Museo Provincial Emilio Caraffa la colección contaba solo con 142 pinturas y 7 esculturas.
5. La primera muestra de Pettoruti en la Galería Witcomb en Buenos Aires, al regreso de Europa 1924, provocó un escándalo.
En este panorama  de fragmentación y dispersión ¿Cómo fue posible en Córdoba tal adquisición y que implicancias tiene en la narrativa de la colección la incorporación de Los Bailarines?
       Cuando se les pregunta a coleccionistas contemporáneos acerca de porque eligieron determinadas obras para sus colecciones, y sobre todo que los llevo a comprar una obra de un artista no reconocido o no legitimado, una de las repuestas más habituales que dan es que fue una intuición. Podemos tranquilamente aceptar la respuesta de que un pálpito, una corazonada, un presentimiento inexplicable motivó el resguardo de la obra, pero también deducimos que la intuición es una especie de anacronismo emocional[1], es decir se confirma el presentimiento una vez que efectivamente la obra que a nadie había interesado en aquel momento, con el transcurso del tiempo adquiere un valor excepcional. En el fondo me atrevo a sugerir que quizás subsista una suerte de esperanza en el futuro, que algo que cambie en el mundo de las imágenes permita garantizar el anticipo en las formas actuales. Que aquello que una imagen desprende pueda formar parte de un pensamiento que deviene en la obra.
        Quien adquiere la obra es la colección, el relato histórico de la ciudad, un espacio público que trasciende la persona Cárcano. La esperanza en un mundo de imágenes que puede transformarse consiste en  permitir nuevas tensiones  en la constelación y deslizarse a través de efectos locales y concretos a posibilidades aún no imaginadas.



           Según una intervención de Andrea Giunta[2], en los años 20 era prácticamente imposible concretar en términos materiales la caracterización de la historia ofrece vanguardia y solo es admisible pensarlo como un gesto. De aquí podemos deducir que una de las posibles interpretaciones de la incorporación de Los Bailarines puede plantearse como un gesto esperanzador. Sobre todo si intentamos hacer referencia a una situación probable, a un cierto desconocimiento causal de que el hecho puede desenvolver.
            El problema de la legitimación es un problema que atañe a las preocupaciones de una colección, nunca pareciera resolverse el misterio de cual sea el punto de partida para la declaración de su éxito frente a los prejuicios que en determinado momento frenaron el impulso de la consumación de un lenguaje.
           Si nos remitimos a las vanguardias, ninguna de estas preocupaciones mercantiles, procedimentales forman parte de imaginario de sus ideas estéticas, por lo que cabe suponer que el flujo inestable de la consolidación de una colección es como un movimiento holistico, donde las fuerzas narrativas son en definitiva las obras que incorpora. No hay colección fuera de las obras mismas, entonces la obra de vanguardia en el seno de un organismo transfigura su textualita en tensión entre legitimación y no legitimación, éxito y fracaso, tradición y no tradición. El espacio mismo constituido por fuerzas que interactúan; las obras, los colores, las formas, las incidencias óptica, la transfiguración del universo visual se evidencian a si mismas como un cruce inevitable una vez expuestas en la narración. Es decir vemos, están ahí, materialmente involucradas como cuerpo, uno frente a otro, la contundencia del ingreso de una nueva obra adquiere el rasgo de un conjunto inevitable, ahora que esta allí entre nosotros no podemos evitarla.
          La historia del arte de Córdoba no puede desandar la configuración de sus propios actos, el irremediable suceder de su vitalidad.

                                                                
                                                                  III


             Incluir una obra en una colección implica trazar un camino, hay aquí desde 1926, en la colección, una pintura de Pettoruti cuando aún era inimaginable un estado de cosas que permitiera a la mirada naturalizada asumir la legitimidad óptica de una pintura cubista.
             La materialidad  de la obra, si se observa la imagen, tiene rasgos que difieren sustancialmente en la comparación con un paisaje o un retrato cordobés de la época, pero la textura de sus planos pictóricos, la sombra del tiempo en óleo, el aura, en términos de Benjamin, que comprime y fosiliza el tiempo transcurrido, están allí en la obra. Si proveemos a la mirada de cierta contorsión del ver comprendemos que la posibilidad del cubismo estaba allí, en la época, surgiendo.
             La colección como un texto que jerarquiza los signos visibles, dibuja también las ausencias, se disparan hacia el espacio histórico en busca de un exceso que no podemos controlar,  dicen sobre otro ausente pero sobre todo dicen sobre un ausente posible, latente.
              El movimiento no lineal, el montaje es la mostración de la obra, el desarrollo de su textualidad que no deviene representación de la realidad sino que en el caso del gesto esperanzado,  la adquisición de la obra de Pettoruti se instala como deseo de un mundo posible, la recreación y constitución de las fuerzas necesarias que impulsarán una resolución posible. Entre las obras que había en la colección antes de  Los Bailarines  y las que siguieron sucediéndose después de Los Bailarines  no hay un nexo de continuidad lógica y premeditada en la reconstrucción del tiempo, una red, una ramificación que se sucede y se suspende, que asciende y desciende, se bifurca y se une, comienza a dibujarse.
           La lección de Cárcano es un riesgo en el sentido de que permite la mostración de un inexistente que deviene existente en la transformación de modo de mirar, pero fuera de la acción personal, vaciándola de un cierto carácter heroico, pensar más bien que el conjunto de circunstancias evidenciaron una posible transfiguración de lo real.
Mario Gradowzyk en una entrevista en revista Ramona (nº 59 pp. 73) refiriéndose a Walter Benjamin declara  el filosofo y ensayista alemán sugiere que el papel del coleccionista no es solo el de acumular, sino el de restituir a la obra su sentido histórico como devenir, analizar las causas del éxito o de su fracaso y las fuerzas que lo ocasionan, para que la obra de arte se torne más transparente.
           Hay una característica particular en esta adquisición singular,  aquí pareciera que no se  restituye el sentido histórico de una obra, sino el presente como un gesto extravagante. La actualización de un presente que se ve a si mismo, a través de la obra de arte, como pasado. Se restituye en la obra cubista una posibilidad emanada en su época, una posibilidad dentro de un mundo actualizado. La pintura, de hecho, en su facticidad inmediata no esta fuera del mundo, sino que en el transcurrir de otras circunstancias incursiona en las indeterminaciones de lo diverso en relación a lo conocido.
            Se introduce una obra de la cual se podría decir que introduce a la colección en un iceberg de su contemporaneidad, actualiza el presente con un fragmento de tiempo de la contemporaneidad misma.

                                                           IV

La mayoría de las historias del arte generales trabaja sobre el mismo corpus de imágenes. Así, por ejemplo, Ernesto de la Cárcova será siempre el pintor de “Sin pan y sin trabajo”, aunque su producción haya derivado, rápidamente, hacia retratos de corte social y paisajes de pequeños formatos.
                                                                                                      Marcelo Pacheco
                                                                                   
           Parafraseando a Marcelo Pacheco podemos decir que en la mayoría de las historias de arte general argentino, el arte de Córdoba será la historia del “paisajismo”, quizás se deba por un lado a la falta de fuentes y a la falta de atención a particularidades, a eventos que matizan una definición categórica. La particularidad debe ser atendida no como una excepción a la regla que imposibilita la hipótesis histórica, sino como la apertura a una concepción de la historia reflexiva.
          Tampoco decimos que la introducción de una obra cubista se considere como la conformación de una alternativa, ninguno de los dos relatos, en tanto históricos, generarían un aspecto interesante, el problema es el de las historias generales.
Deberíamos detenernos en el detalle, en las fisuras, en las tensiones provistas por un mundo heterogéneo y rugoso de ebulliciones dispersas que permiten modificar la imagen del cliché,  para desconfigurar instancias determinadas a priori.  Por una lado en la construcción de métodos históricos y por otro en la ficción del progreso en el arte. El problema no es el paisaje sino el ismo que remite a cierto método donde la libertad es insalvable.

Bibliografía y Fuentes


Burucúa, José Emilio. Nueva Historia Argentina. Arte, sociedad y política. Editorial
Sudamericana, Buenos Aires. 1999

Cárcano Ramón. Mis Primeros Ochenta años. Plus Ultra - Ediciones Pampa y Cielo, Buenos Aires. 1965

Didi-Huberman, George. Ante el tiempo. Adriana Hidalgo, Buenos Aires. 2006

Giunta, Andrea. Vanguardia, internacionalismo y política  Arte argentino en los años sesenta. Paidós, Buenos Aires. 2004.


Gradowzyk Mario. ¿Qué es coleccionar? ¿Cuál es el perfil del coleccionista? ¿Porqué y para qué? Ramona Revista de Artes Visuales  Nº 59

Hess, Walter. Documentos para la comprensión del arte moderno. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires. 1998

Manifiesto Martín Fierro. Revista Martín Fierro nº4, Buenos Aires. 1924

Pacheco, Marcelo. Algunos Textos 1993 -1999. Editado por la Fundación Pettoruti, Buenos Aires. 2000

Pacheco Marcelo. Modelo español y coleccionismo privado en la Argentina. Aproximaciones entre 1880 y 1930. Ramona Revista de Artes Visuales  Nº 53

Pedone, Antonio. El Museo Provincial de Bellas Artes de Córdoba. Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires.

Pettoruti, Emilio. Catálogo. Salas Nacionales de Exposiciones Palais de Glace. Cultura de la Nación. 1995 

Diario Voz del Interior. “Se inauguró ayer la exposición de Pettoruti”. 10 Agosto de 1926

Diario Los Principios. “Se Inaugura la Ex posición Pettoruti”. 10 Agosto de 1926



[1] Tal es pues la paradoja: se dice que hacer la historia es no hacer anacronismos; pero también se dice que remontarse hacia el pasado no se hace más que con nuestros actos de conocimiento que están en el presente. Se reconoce así que hacer la historia es hacer –al menos- un anacronismo. Ante el Tiempo. Gerge Didi – Huberman, pp.35
[2] Vanguardia, internacionalismo y política  Arte argentino en los años sesenta, pp.  164

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